Un sábado en la peluquería, generalmente no es más que
una tarde de gasto semi necesario, en la que charlas con la peluquera, con la
de los ruleros, con la que hace las belleza de manos, con la que cae a las
19.30 y quiere que le hagan: lavado, nutrición, color, corte, peinado etc., y con
tu mamá que te mira sentada en el vaporizador y no entiende nada de lo que
decís pero igual comenta. Vos relajada, ya casi aburrida te pones a mirar la
ropa que hay a la venta, te probas, vas y venís, le desfilas a tu mamá que siempre
te mira como diciendo “me gustaría para mí”. Cuando de repente… entra un
susodicho de unos 35 años, alto de ojos claros, músculos en exceso, bermuda
playera, musculosa obvia, lentes de sol con tira para que cuelguen de su
gigante cuello, anillo de oro con tremenda piedra negra en su dedo mayor. Medio
tímido dice “hola, buenas tardes” Y aclara que no ato la súper moto de soltero
reciente que se compro. Como es amigo de la peluquera, le pide tu número de
teléfono. Vos, con alguna que otra aclaración se lo das. Ella, entusiasta, te
hace una serie de descripciones respecto de su amigo. Hay ciertos comentarios
que te asustan: “esta definitivamente separado, esta vez” (“esta vez” te huele a bolazo); “a parte tiene un trabajo enserio,
pero labura de seguridad en un boliche todos los fines de semana”; “se compro
un auto con el papá” (¿porque no se lo
compró solo?, ¿Vive con el papá?, ¿Por qué no me responde cual es su trabajo
enserio?, capaz tiene un bulo… que golazo!”; “el se re enamoró, se re
entregó pero lo cagaron…”, “económicamente está muy bien”, “si se enamora hace
lo que le digas” (Y… aja. A ver… ¿me
comprará un departamento, o estamos hablando de cocinar, llevarme, traerme… no entiendo nada, no me interesa
esto, me perdí y tengo hambre, cómo se llamaba???) “Bueno” decís, que me
escriba y veo que onda.
Pasa un día y te escribe, con cientos de errores
graves de ortografía, cero onda y con palabras del tipo “bebe, niña, señorita”,
y cuando no respondes enseguida te asusta con un “no te molesto mas”. Te
enteras sin querer que su viejo amor sigue latente, y que el flaco está
explorando la vida, recuperando el tiempo perdido, tanteando sin ser visto
terrenos de varias zonas y esta corto de tiempo porque se propuso terminar el
secundario. Tiene previas: lengua y literatura de primero a quinto año.
Te juntas con tus amigas y tiras el comentario, entre
risas y preguntas, conjeturas y demás. Te quedan mirando y te preguntan: ¿para qué
le respondes? En este punto uno suele mentir, pero esta vez no hay cursiva que
valga, la verdad es que te alimenta el ego. Y eso no tiene nada de malo. Hasta
el día de hoy te escribe, de vez en cuando le respondes. Vas a la peluquería y
sabes que se viene la pregunta: ¿Qué onda con…? Y vos: “bien, me escribe de vez
en cuando, ya nos juntaremos a tomar algo” (un
45 de marzo del año 3012, si es que llegamos, capaz que me subo a su nave
espacial)
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