¿Cuántos tipos de hombres existen? El insulso, el dulce que nunca termina de convencerte, el contradictorio, el casado, el mirón, el sexopata, el más joven que vos, el mucho más grande que vos, el que vive de boliche en boliche, el drogón, el simpático con todos, el callado observador, el de los mensajes a la mañana, el de los mensajes a la madrugada, el que nunca tiene tiempo, el que lo tiene todo a tu disposición… ufff podría seguir, pero solamente voy a referirme al más triste de todos: “El conformista”
El conformista es un flaco pintón, que hace rato abandonó los 30, es canchero, tiene un buen laburo, seguramente vive con su novia, ha experimentado el placer de disfrutar su adolescencia al máximo, le rompieron el corazón alguna vez, está acostumbrado a no pasar desapercibido. Sabe escuchar, es aparentemente seguro y superado, tiene gustos caros y las palabras justas para hacerte sentir “especial”. Lo conociste de casualidad en un cumpleaños aburrido, repleto de separados, parejas al borde del abismo y una insulsa torta sin vela. El fue solo. Vos lo miras disimuladamente, te encanta. Pero intuís que pronto habrá un anillo enorme, dorado y redondo en su mano. Te dispones a interactuar. Todas las conversaciones giran en torno a lo “hijos de puta que son los hombres”, “lo desagradablemente histéricas que somos las mujeres” y cosas por el estilo. Como un golpe de suerte aparece la conversación futbolísticamente rival con el marido de la aburrida cumpleañera. Esto llamó su atención. Se acerca descaradamente, y sin más inyecta su venenoso comentario; vos que tomas enserio al club de tus amores le contestas sin dulzura, pero con ese “que se yo” que una hace cuando de la nada algo te hace Clik. Ni siquiera recordás en qué momento el marido de tu amiga se volvió invisible, y seguís bebiendo despacito, y hablando con el Conformista. Te sentís como en casa, es abierto, gracioso, se te acerca de una manera masculina y sensual. Empezás a creer que no tiene novia, porque coquetea con vos casi descaradamente, pero exento de cualquier grado de vulgaridad. La “fiesta” no da para más, la dueña de casa ya junto las migas de la mesa y empezó a bostezar. Se empiezan a levantar todos y vos, miras tu celular y pensas: ¡son las 2… recién! La dueña de casa, sacude la llave, se acerca al conformista y le dice: ¡alcánzala! El como si nada y en confianza te dice: “Dale amarga, te llevo” “vos te reís”, se suben al auto… y te bajás tipo 4 de la mañana… Nunca pasó nada, pero hablaron de todo, se rieron, se golpearon las piernas con dulzura… se pasaron los números con la excusa de competir en el Gran DT. Cada partido de sus respectivos equipos implicaba algún que otro mensaje al respecto, con mensajes entrelineas. Verse era todo un jolgorio, siempre teniendo de que hablar, charlas sinceras e interesantes sonrisas delatoras, cada cruce “casual” los disponía a ponerse al tanto de todo, como si fueran amigos con derechos ocultos. Amigos que en el fondo saben que quieren algo más. Todo es lindo, sano, reconfortante. Estas segura de que pronto, te va a partir la boca de un beso y van a empezar a conocerse en otros contextos, van a empezar sin prisa ni presiones, especulaciones ni títulos, a compartir un poco más.
Cobijas esa idea con tantas ansias que andas por la calle sonriéndole a las vidrieras. Pero… Tres de cal, una de arena. Así se hace la verdadera mezcla, la de arena ya paso, ahora se viene la parte fea. Se viene el cumpleaños del marido de tu amiga. Vos feliz y espléndida vas, esperando encontrarte al dulce “soltero” que te hizo Clik hace 5 meses atrás. Entras flamante, segura y superada. El aún no llegó. Te sentas, picas algo, y escuchas el timbre. Pensas que es el, pero no, es otro amigo. El mismo que se sienta en la mesa y pregunta porque no viene el conformista. El marido de tu amiga contesta: “Se fue a Buenos Aires con la novia”, la yegua de tu amiga, bruja de nacimiento, celosa de tus cinco años menos y tu flamante soltería; se sienta al lado tuyo y te cuenta todo, absolutamente todo sobre el conformista. Vos, con cara de “si ya sabía” y con una acides jamás sufrida en tu estómago, la escuchas. Volves a tu casa, te sacas el maquillaje, el vestido nuevo, las sandalias sexis, y te pones tu ropa de entrecasa y tu cara de nada, prendes la tele y te das cuenta que esto ya lo viviste, sos lo que falta en casa de... En casa de que un conformista. Conformista: es aquel que tiene una novia de cotillón: linda, amigable, sus amigos la aceptan, su familia la acepta, acepta todo tipo de actividad que él quiera hacer solo por el simple hecho de no perder tremendo partido, y porque es quien económicamente va a sostenerla de por vida; es un poco adolescente, sabe cuando hacerse la tímida, cuando ser agresiva, intenta ser superada aunque por dentro de remuerda, controla sin ser vista, resuelve con facilidad las cuestiones del hogar, no toma, no fuma, es simple. Seguramente esta perdidamente cómoda, y sabe en el fondo que lo que tiene "es lo que hay", y él igual, mejor bueno conocido que malo por conocer. Quizás estés sentada creyendo saberlo todo, quizás tengas razón, quizas estés equivocada. Pero si de algo podes y debes estar segura, es que después de que nazca su primer hijo y las demandas empiecen a ser desmesuradas, la dulzura se acabe y se de cuenta que le pusieron la cuerda al cuello con candado de doble cierre; él va a preguntarse ¿Qué hice? Y vos sin querer junto a todas las otras como vos que sucumbieron a sus encantos, le van a contestar desde el recuerdo: Te conformaste con el cotillón y te llevaste el premio consuelo. No borres su número, en el fondo es solo un hombre solo en compañía, que dentro de no mucho va a hacerse demasiadas preguntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario