miércoles, 2 de marzo de 2011

Jugando al "Zalamero"


El sobrino mayor de tu amigo mayor. Pasadito de peso, con un importante problema de acné. No fuma, no toma, pero evidentemente siguiendo la lista, lo tercero le resulta imprescindible. Automáticamente al conocerte, te saluda con mirada indiferente, pero con tacto elocuente. Vos ni lo miras, para qué si sabes a la perfección que quiso decirte sin hablar. Llevas sola demasiado tiempo, por lo cual accedes al “coqueteo”, con total desinterés, simplemente buscas un alza en tu ánimo. Con el tiempo, aparece en tu chat. Empezás a notar que las relaciones amorosas se desenvuelven en el espacio cibernético o en el espacio del telo con habitación disponible. En fin, dos meros mortales dispuestos a mentirse mutuamente se conectan a diario. El intercambio es dispar, vos solo disfrutas de la zalamería barata y el alimenta su ratón nocturno: hace promesas, te escribe poemas, escribe canciones inspiradas en; como suele llamarlo “lo nuestro”, te hace insinuaciones constantes; te jura que desde el primer instante en que te vio quiso arrancarte la ropa, y te propone miles de posibles encuentros y desparrama toda la conjugación del verbo amar. El detalle que a vos te salva, es que tiene novia. ¿Te salva que tenga novia? ¡NO!
El cristiano e insistente zalamero, ha pasado del messenger al celular. Y del celular a las repentinas apariciones en lugares a los que jamás va, y en los que vos te sentís como en tu segundo hogar. Pasa un tiempo largo, y vos empezás ficticiamente a responder a sus insinuaciones. Empezás a proponer vos posibles encuentros, arrancas con palabras poco usuales y provocadoras todas las conversaciones  y empezás a notar como la inhibición se apodera de tu zalamero amigo. Aunque lo absorbe la tentación tiene miedo y culpa anticipada. Vos, del otro lado, pegas el uno de espada en tu frente y miras feliz tus 33 puntos en la mesa. Ganaste. ¿Ganaste? Pasan un par de semanas, salís con tus amigas, bebes exageradamente, fumas una cosa verde que trajo la  “hippie” del grupo y estas a punto caramelo para salir por ahí. De la nada te llega un mensaje corto y simple: “quiero verte”. No respondes, seguís tomando y riéndote de todo. Cuando se tiene amigas con hijos o con novios, las salidas son ficticias, existe siempre la idea de salir, pero jamás se lleva a cabo; información que sirve a la hora de manejar dos opciones: llamar a las que ya están en algún bar, o responder al zalamero que te quiere ver.
Tus piernas están cansadas, tus brazos excitados, tu cabeza en cualquier lado, tu boca habla por sí misma y el zalamero te llama. En alguien con 24 años, que tiene el teléfono a tarjeta,  no trabaja y dice que estudia  llamar por teléfono es una clarísima señal de sinceridad. Quiere verte enserio. Contestas, accedes, le das la dirección de tu amiga y se encuentran. Pasa lo que tenía que pasar. Bien… digamos… Normal. Te vas a tu casa, te duchas y te dormís profundamente. Al otro día, prendes tu celular y tenés 7 mensajes del zalamero diciéndote que fue un error, que no debieron hacer algo así, que en este momento de su vida no puede empezar otra relación. Vos a penas te acordas de qué fue exactamente lo que paso, y no entendes porqué la palabra “relación” está escrita en el mensaje, decidís simplemente  responder tres cosas: “tenés razón”, “Todo bien”, “Borrón y cuenta nueva”. Lees su mensaje de agradecimiento mientras abrís la heladera buscando una pata de cordero de 2 kg. Y una coca cola de botella de vidrio extremadamente fría. Listo, problema resuelto. ¿Problema resuelto? ¡NO! Al parecer, el zalamero, purgo su culpa y quiere volver al ruedo. Va a empezar sigilosamente a pretender manipularte y convencerte de un próximo encuentro. Vos poniendo la excusa de estar saliendo con alguien (el control remoto de tu televisor); le decís que no. Él va a exponer argumentos en sus defensa “Yo lo hice, y ahora vos me decís que no”, se va a ofender dramáticamente, te va a caer a tu casa sin avisarte, te va a querer meter la mano bajo la pollera en cualquier lugar, este quien este. Y vos no vas a saber qué hacer. O sí... mentir.  
“Estoy enamorada de vos, quiero estar con vos, necesito que estés conmigo de otra forma, terminemos acá, me estas lastimando y no quiero llorar” etc., etc. ¿Funciona? ¡SI! Él va a desaparecer. Te va a eliminar de su vida, y solo va a limitarse a saludarte para tu cumpleaños, y en alguna que otra reunión común. Todo zalamero tiene un punto débil: el gramo de temor a que una loca enamorada le manche la foto legal. Pero esto no es todo, es sumamente importante eliminarlo de todas partes: teléfono fijo, celular, messenger, facebook, twiter, space y si es posible cambiar de apellido y de dirección. Porque a estos ejemplares les basta y les sobra con cruzarte en la calle para volver a repartir las cartas.

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