martes, 11 de enero de 2011

El Chico Del Melón En El Monte


Con aire de músico frustrado, entra en el living. Callado y resumido se siente en la PC a buscar música. Vos miras, ese olor a rock and roll no ha dejado de llamarte la atención desde aquellas épocas de noches que aturden. Pone música de un género indescriptible, que hace que todos paren de conversar y se miren entre sí pidiendo ayuda. Se levanta sin importarle la salud auditiva de los invitados, saluda a los que conoce y sale al balcón. Donde vos, estas fumando con cara de desconcierto; se te acerca y te saluda entusiasta, como quien busca hacer nuevos amigos. La mínima charla gira en torno a noches, salidas, lugares, recitales, guitarristas, amigos en común, viajes. Te entusiasma, te gusta. La charla sigue, y se ramifica en trabajo, estudio, dirección, esta vez la geografía te guiña el ojo, y acuerdan el clásico “te acerco” La noche pasa, con miradas desconfiadas y provocadoras y con alto disimulo ante los presentes. En la puerta, mientras te despedís de todos, menos de él, el pudor te domina. Lo saludas como a los demás y él te mira y te afirma: “te acerco”; vos con tu mejor y mentirosa cara dubitativa, le preguntas: “¿No te jode?”. Él, amablemente y en respuesta te da el casco en la mano. A penas llegues a la esquina te va a pedir que te agarres fuertes. Vos, ya despojada del concepto de pudor, lo vas a agarrar como si fueras a salir despedida a penas doble la esquina. Van intentando hablar hasta llegar a la puerta de tu casa. Te bajas y sin más rodeos te subís otra vez sin mediar palabra. Volver a las cinco de la tarde es sinónimo de haberla pasado bien. Hablando, entre otras cosas, descubrís que él es casi como un buda postmoderno. Habla de cosas intangibles, ilusorias, incomprensibles y básicamente no adecuadas a los tiempos que corren.  Llegas a la conclusión de que su necesidad básica es el aire y que con eso le basta para ser feliz. Mientras lo escuchas y respondes con onomatopeyas tipo “aja”, “ujum”, “pufff” y algún que otro “seee” el despliega su filosofía de vida y vos te imaginas durmiendo en el somiere que viste ayer en casa Enríquez. Nunca te imaginaste que el hecho de que viva en la cima de una palmera pudiera provocarte tan terrible atracción. Van a volver a verse, vas a empapar tus oídos con sus excéntricas historias, vas a disfrutar de su inofensiva manera de ser. Vas a pensar por un tiempo que, como todo coco, algún día caerá de la palmera. Eso nunca pasará; y ya sin esperanzas ni apuestas, van a convertirse en  “amigos especiales”; porque este personaje despeinado, desalineado un poco tímido y repleto de graciosas sorpresas estuvo, está y estará latente en tu vida para siempre; como amigo, como conocido, como compañero de noches y excesos; como amigo especial ¿Por qué? Porque  supo seducirte a la par de la borrachera, casi sin que lo notaras en una reunión de amigos, mientras te contaba que en un viaje, se perdió en el monte buscando su melón con vino tinto.

¿Quién Dijo Que Lo Bueno Viene En Frasco Chico?


Estas sentada sola haciendo zapping. Picando algo, tranquila. Cuando de repente te llega un mensaje de un número completamente desconocido, preguntándote a vos indudablemente, ya que tu nombre encabeza la pregunta: ¿Cómo estás? Vos respondes desinteresada pero dudosa un seco “Bien, pero no sé quien sos” Descubrís que es un varón. El Varón, queriendo diluir su caradurés te escribe una seguidilla de mensajes disculpándose por el atrevimiento, previniéndote de que no es su intención molestarte, pero aunque no sabe quien sos le gustaría, ser tu amigo. Ay, mi Dios. Vos no contestas más. Simplemente al otro día te acordás  y lo llamas bloqueando tu número, sin importarte realmente que podes encontrarte del otro lado. Su voz no te disgusta en absoluto, es cordial, educado y simpático. Entran ambos a intentar dilucidar de dónde se conocen. Algunas coincidencias geográficas, los hacen dudar. En fin, quedan en ser “amigos”. Durante la semana entera, Varón va a escribirte cientos de mensajes “de onda”, te va a llamar por teléfono y va a lograr que vos te imagines a George Clooney encontrando tu número de teléfono anotado en un papel, mientras filma una película en Santa Fe.  Todo es jolgorio, se ríen de las mismas cosas, difieren en algunas pero lidian haciendo bromas. Se proponen conocerse, para develar el misterio. Una propuesta falla, lo que genera unas cuantas llamadas de su parte y una tuya, bastantes largas todas. Se pasan los mails, chatean: se vende bastante bien.  Finalmente se proponen encontrarse, siempre con respeto se hacen la invitación con amigos de cada uno. Medio nerviosa y haciendo conjeturas maliciosas te vas con tu amiga a encontrarse con él y ellos, sus amigos.  Estas llegando y vez que una flaco de metro y medio con una pseudo cresta intimidante se para a lo lejos y levanta orgulloso su mano como diciendo: “Soy yo, acá estoy”, te acercas y se presentan con un mentiroso y mutuo: “Si, de algún lado nos conocemos”, cambiarnos de bar, empezamos a interactuar. Después de 40 minutos, tu paciencia y la de tu amiga empiezan a desaparecer. El varón, con el correr de los minutos, despliega con más ímpetu un monólogo infinito. Siempre intentando demostrar: su capacidad para hacer amigos, su capacidad de adaptación a lugares y situaciones varias, su apertura mental, su gusto en ropa (decadente, por cierto.), su gusto en bebidas, su gusto en música, su gusto, en comida, su gusto en movilidad, su generosidad desmedida y desinteresada. Y varios “su” más que, ¿para qué contar?, si con imaginar al pájaro carpintero de la propaganda de twistos es más que suficiente. Tu amiga te mira con cara de póker y vos ya entrada en copas, te pones a pavear. Tus actitudes son percibidas por el varón, como una señal. Tu señal emitida dice: que pase rápido la noche y - mozo, me inyecta la cerveza en el brazo izquierdo, por favor. Su receptor dice: “Ella está conmigo” Tremendo. Gracias a los vicios la noche termina, te preparas para irte y notas que la desgraciada cercanía geográfica no permite zafar de compartir el taxi. Es necesario a partir de ahora que tengas mucho cuidado, que afiles bien tus uñas, que dejes plata a mano y la llave preparada para entrar en el cerrojo. Porque durante el viaje no solo el mal aliento puede darte pánico.

lunes, 10 de enero de 2011

El Chico Del Otro Lado De La Barra

                  ¿Qué hacemos esta noche?
                                  Vamos al Bar.
                                    ¿Que Bar?
                                     ¡EL BAR!

Tu amiga se demora, vos entras te sentas en la barra vacía y recorres con tu mirada el bar. Muchas caras conocidas y un grupo de gente haciendo “música”, de onda,  en el escenario del fondo. De repente, te das vuelta hacia la barra y una larga humanidad de pelo no tan corto, apoya sus codos en la barra con mucha onda, te mira con carita sutilmente recostada en su hombro derecho, ojitos dulces semicerrados y brillosos, y con una voz que desconcierta te pregunta: ¿Qué tomas? ; automáticamente vos ya no sabes que responder y disparas 20 oraciones al hilo. El te sigue la charla, hace algunos comentarios de la banda, del bar. Llega tu amiga. Se sientan por ahí, y vos esa noche, solo te vas a dedicar a jugar al “mirame, mirame, mirame” hasta que te mire. Durante un tiempo todo será basado en la simpleza intangible: buena onda de simples conocidos intercambio de comentarios escuetos, obvios; miradas, sonrisitas al pasar. Vas a viajar a la barra 100 veces a pedir cualquier estupidez que se te pueda ocurrir con tal de tener un “acercamiento”. Hasta que finalmente un día, te animas a más. Vas a la barra, le pedís lo habitual y le das un beso en la mejilla con el cual queres decir: “A ver si te das cuenta que me gustas”, el se va asombrar, se va a poner nervioso, te va a evadir con alguna pregunta tonta; y vos vas a pensar que todas esas reacciones son porque “el flaco tiene onda con vos”. Tus ilusiones, van a exagerar. Va a seguir pasando el tiempo, y todo va a ser igual. Harta de las miradas fugaces, muy decidida vas a hacerle  un reclamo cualquiera al pasar, queriendo ver qué pasa acá. El te va a mirar fijo, te va a dar un apretón de manos y te va  a dar la respuesta más esperada en tu último tiempo. Van a intercambiar sin dudas de por medio sus números de celular. Y vos ya imaginándote la mejor noche de tu vida con el chico del otro lado de la barra, te vas esforzás por no inundar tu cara de felicidad casi desesperada. Pero no linda, va a pasar el tiempo, le vas a escribir, jamás te va a contestar, seguramente lo vas a excusar con miles de elucubraciones tontas. Vas a volver al bar, pensando en cómo te va a mirar, y el te va a tratar como si nada, igual que la primera vez que te vio, o que creíste que te vio. Vas a tener arrebatos y vas a sentirte tan segura de su total y completa timidez e idiotez que vas a borrar su número de teléfono de la agenda de tu teléfono. Sin contar con que tu intachable memoria lo va a recordar cada vez que el alcohol te llene de coraje y vuelvas a tipiar oraciones hacia él. El nunca te va a contestar. Va a pasar el tiempo, vas a pretender que nunca lo miraste y de la nada él va a tener actitudes positivas hacia vos, que no solo vos vas a notar. Y vas a volver al ruedo, renovada. Pero no, nunca te va a contestar. Tu último intento se basa en los miles de “encuentros” entre su humanidad  y vos. Una noche, resuelta a lograr alguna reacción, pero ya sin esperarla… Le vas a mandar ese mensaje que todos queremos recibir alguna vez. El te va a llamar, solo porque no sabe quien sos, vos vas a estar feliz, pensando en el acto comunicativo empleado por ese que nunca en tu vida vas a poder descifrar, que no te vas das cuenta que él sigue siendo solo una ilusión, un eterno coqueteo sin visiones de futuro. Vas a seguir yendo al bar. Vas a seguir mirándolo, vas a seguir yendo a la barra a comprar fernet cuando él este apoyado con sus hombros, su pelo ya largo desparramado en su carita dulce tirada al costado; y vas a disfrutar como el mejor regalo del mundo su tierna y brillosa mirada mientras seca la barra para que te apoyes y no te mojes… Y vas a entender que hay que tener cuidado, mucho cuidado porque “las ilusiones son peligrosas, porque no tienen imperfecciones” Tampoco elimines este número, no vaya a ser que algún día se alineen los planetas, te llame y vos no tengas su número agendado.

Cuentas Claras Conservan La Amistad


Un viernes cualquiera, una amiga te invita a una reunión con gente selecta, vos contenta te arreglas y vas como si nada. Llegas y desde la puerta vez la poca gente, entre las cuales resaltan un par de ojos celestes que pertenecen al que, sentado con total relax en un sillón te mira desde la puerta hasta llegar a su lado. Su vestimenta refleja su onda peculiar. Canchero, sin ser banana, mirada profunda y dulce, sonrisita humilde y comentarios tiernos ante todo. Te saluda amablemente y te da un beso ruidoso y lleno de ganas. No habla demasiado, se muestra interesado en tu actividad reciente, y hace preguntas y comentarios. A la hora de comer, se ubica frente a vos. Come con delicadeza, y se sienta como los guapos de la boca en época de arrabales: masculino, seguro y con un toque de tristeza a medio relucir. Habla de él en tercera persona siempre con una sonrisita misteriosa, y como en un salto de confianza entre chiste y palazo te trata como si fueras la futura madre de sus hijos. Vos, lógicamente, lo tomas literal: chiste y palo, palo y chiste. Entradita la noche, la mesa se ha vuelto una pasarela de envases vacíos, las risas ya pasaron a la exageración y el sexo se apoderó de la conversación. Chiste va, chiste viene, carcajadas. Uno de los presentes se pone a mandar mensajes, la dueña de casa se va a buscar algo dulce en el frasco de las masitas y vos y él se quedan hablando de cualquier cosa. Él, sin timidez y como un acto reflejo te da su celular y te dice, anota tu número y pasame tu mail. Vos, con cara de nada, lo anotas. La noche trascurre de la mejor manera, exitosa reunión. Salís y te ofrece llevarte, pero decís que no, por pudor repentino. No terminas de llegar a tu casa que te manda un mensaje. Vos, no entendes o no queres entender. Le respondes dulce y tranquila, sin exagerar, siendo un poco adolescente y un poco desconfiada. Al lunes siguiente, abrís tu messenger como lo haces habitualmente, no terminas de apretar el sobrecito que abre el correo electrónico que te aparece su ventana con una rosa. Vos, definitivamente estás segura de cómo viene la mano. Durante toda la semana, van a hablar a la misma hora, de la misma manera, van a intercambiar historias, recuerdos, gustos musicales, sensibilidades compartidas, problemas no resueltos, con seriedad y melancolía van a unirse en una especie de empatía incomparable. Se verán, otra vez con amigos, se darán casi por casualidad y en soledad un prometedor beso, de esos que te hacen pensar que el telo no es la primera opción, esos que te hacen sentir tan bien, que te quedas colgada de sus labios como si fueran a no verse nunca más. Así será, pasarán cibernéticas semanas sudando verdades y necesidades, promesas e invitaciones que nunca serán… De buenas a primeras, vas a notar como de apoco se aleja, como de apoco deja de tildar tu nombre en el messenger, deja de mandarte mensajes, deja de prestarte atención… y vos, chupando un palo sentada sobre una calabaza… no vas a entender absolutamente nada. Hasta que una tarde caminando, casi triste por ahí… lo vas a ver, de la mano y feliz con otra mujer… el también te va a ver, pero no va decir nada, porque en el fondo sabe que en algún momento vos vas a decirle algo y que él va a tener todo ese tiempo para pensar en qué y en cómo decirlo. Tu barrera de madera, se va a volver de acero, vas a sentir que tu estómago se achica, que tus ojos solo sirven para llorar, vas  a sentir una desilusión incomparable. Te va a agarrar odio, le vas a escribir y le vas a decir de todo. Sabiendo que el también te vio, te va a contestar intentando minimizar lo que alguna vez dijo, intentará sin demasiado esfuerzo victimizarse y en nombre de la amistad quedar como Forrest Gump el día que perdió la madre. La culpa flaca, la tenés vos. En eso tiene razón, no supiste reconocer al demonio escondido detrás de esa cara de Pibe bueno que nunca le hace daño a nadie. Tampoco borres su número, como amigo puede ser mejor que muchos; y anda a saber… con el tiempo, alguna segunda parte sexualmente explosiva te haga sentir bien, eso sí, es sumamente necesario tener siempre frescos los antecedentes y entender que “cuentas claras, conservan la amistad”.

No Todos Los Limones Sirven Para Hacer Limonada


Estás en un bar, tomando con tus amigas. Tranquila, como siempre, salís pensando solo en cuanto podes gastar en la promo de fernet. 1.30 de la mañana… bar a pleno, entrevés en el amontonamiento de gente “El Flaco”. Lo miras hasta obtener el resultado de la radiografía, el electro y el análisis de sangre. Lo miras, te mira, te das vuelta. Lo miras, te mira te das vuelta. Te mira, lo miras, se da vuelta. Se miran, con cara de “hay, me resultas conocido”, se dan vuelta. Listo: el mensaje ha sido enviado exitosamente. No pasan de las 3, vos después del cuarto vaso de fernet, te olvidaste de mirarlo y de que te miraba y ahí aparece su viveza. Estas en la puerta del baño, esperando y “El flaco” pasa como si nada, ni te mira, vos solo pensas en lo idiota que seguramente es. Seguramente él nota que a vos te importa poco y vuelve, te apoya la mano en el hombro y te pregunta con una masculina y gruesa voz: “¿Flaca, tenés fuego?” Te olvidas por completo de su  supuesta idiotez y pones cara de “libre”. Le das fuego, te dice gracias con su perfecta y blanca dentadura, y se va. Flaca, estás lista te clavó el primer aguijón. Después de 20 minutos volves a tu mesa. Lo miras, lo miras, lo miras y nada. Vos y tus amigas se van para la parte de adelante del bar. La noche pasa, y empezás a  manejar dos opciones: me siento o me caigo. En fin se sientan y mediando  tu  mala visión,  poca dicción y la casi total ausencia de reflejos ves que  “El Flaco”, en peor estado que el tuyo, se sienta a 40 centímetros de tu silla. Listo, aguijón 2. Te mira, se sonríe, se te acerca y con toda, toda, toda la onda: Te conquista. Te coquetea con cautela y entre risas y confesiones, demuestra su total seguridad y aparente interés en vos al pedirte tu número. Te cuenta con inteligencia y soltura que vive solo, que está solo, disponible, libre, listo para la acción; al ver tu no - reacción, directo y sin esfuerzo te propone ir a su casa. Vos, le decís que no. Te levantas a la par de tus amigas, lo saludas y él, con total descaro te parte la boca, y te susurra en el oído un “me hubiera encantado que te vayas conmigo”. Vos, dudá, y andate despacito caminando hasta la puerta de salida. Miras de cotté y ves que él te sigue hasta la puerta, te hace sonar el celular para comprobar que de verdad le diste tú número, te sonríe con carita y se te queda mirando mientras te alejas. Al otro día, le Escribís. Mensaje enviado 19.20 hs. 19.22 hs. Respuesta.: “Hola Nena, que bueno que me hayas escrito Pasame tu mail. Besos”. Martes, te conectas y ahí está, no terminas de tildar su nombre que “El Flaco” te escribe: “Te estaba esperando”. Intercambio de datos, siempre con dulzura y desenfreno, coincidencias, etc. Concretan la cita para el próximo martes, le propones un lugar súper céntrico (ínfimo acto de viveza femenina). Durante esa semana la bandeja de entrada y de salida de tu celular, solo dice: “El flaco”. Te escribe cosas que ni siquiera sabe de vos, pero que vaya uno a saber porque supone. Vos, contenta, le das con tu dedito a la opción de responder, cada vez que a las 9 de la mañana lees en tu celular: “Buen Día Linda” Martes día del encuentro. No aparece sino hasta las 20.30 diciéndote “ya estoy te espero con una Birra fría.” Llegas, se para a saludarte, te pide ayuda para pedir comida, demostrando amplio interés en tus gustos culinarios. Comen beben y charlan placenteramente, cariñosamente, logra que te sientas cómoda y en complicidad. De la absoluta nada, su cara se vuelve del color del palmito que te estás mandando a la boca. La deliciosa conversación se interrumpe: “Por las dudas voy a contarte algo” Vos haces un esfuerzo estomacal increíble para que tu cara no se desfigure. Lo miras casi con temor. Y el débilmente honesto te cuenta una historia en la cual la protagonista es una loca bipolar desubicada, que aún resuena en su presente. Acto seguido: “El flaco”, ante cualquier pregunta tuya, mirada, movimiento, suposición; se abre completamente y te dice todo con lujo de detalles. Te muestra su madurez innata y pocas veces vista. Vos, con cautela, sos feliz. Se vuelven a ver, en su casa. Es el mejor anfitrión: cocina, pone la mesa con florcitas, lava, plancha, barre, juega con la perra, y arranca limones del limonero del patio. Es humilde y canchero, atento, amoroso, cariñoso, conversador…  ¡Un dulce de leche total!  Lógico, pasas una mágica noche. Así pasan unos cuantos meses, en los cuales vos, enamorada… le restas importancia a varios detalles, propios del personaje principal de la película “Trainspotting Vos seguís, abierta y liberal, disfrutando de las increíbles noches de Milkaut repostero, de las miradas mañaneras que te dejan pelotuda todo el día, de los mates que te ceba con dulzura… De que te pida que te quedes a dormir la siesta, etc.  Hasta que de golpe, y sin aviso, le sale un sorpresivo viaje y desaparece. Vos dejas pasar unas semanas, y le escribís; te responde a los 2 días diciéndote que ahora está muy limado que cuando quieras se juntan a hablar. Vos y tu teórica superación te hacen decir no. El tiempo pasa, salís con tus amigas, volves a tu fiel amigo Branca y de la nada le mandas un mensaje semi- zarpado; que te responde al otro día con enojo y varios reproches alistados. A penas termines de leerlo reíte,  porque ahí es donde te vas a dar cuenta que no todos los limones sirven para hacer limonada. Ojo, no borres su número, porque cada tanto una noche surrealista nos viene bien a todas.

La Palmadita


El amigo de un amigo que te clava la mirada sin disimulo alguno, te sonríe y está atento a tus comentarios,  festeja todas tus estupideces propias del exceso de fernet, le dice a tu amigo lo copadas que son sus amigas, habla en plural, en vano, para no quedar obvio. Te sirve fernet cual mozo de restorán. Coincide con vos absolutamente en todos los gustos. Te aclara ante el comentario de la falta de taxis, que tiene auto. Despliega sin vergüenza una interminable lista de cualidades que hacen a su personalidad; se autocalifica de pibe simple, de familia, con muchos amigos, de pibe sacrificado que solo quiere terminar  su carrera y tener éxito, familia, hijos, perro, pileta y un cartel en la puerta que diga “Familia Feliz”. Te coquetea con dulzura. Empieza a soltarse cada vez más, te toca la pierna cuando hace un comentario, te saca la basurita inexistente de tu pelo, se acerca cada vez más, todo se vuelve muy cercano. Claro, el flaco es pintón, canchero, desinhibido, simpático, etc. Llega la hora de la retirada, ofrece su auto para llevarte hasta Buenos Aires si es necesario. Vos pensas ya convencida, en si estás bien depilada, porque obvio, las probabilidades de… son de 99 en 100. No pasan 10 amenas cuadras, acompañada por música de Rock en su lindo auto el cual  maneja movedizo y nervioso, mirando para todas partes. Se frena. Te mira y sin rodeos, te chanta ese beso que solo te dan los flacos ajenos. Si flaca, el loco va tirar la toalla en el  telo más cercano, te va a hacer explotar. Te va a volver a ver, van a volver a empañar los espejos del techo. Se va a convencer de que tus lolas se complementan con sus manos, te va a decir hasta el cansancio lo hermosa que le resultas, lo divina que sos, lo increíblemente cómodo que se siente a tu lado. Te va a mandar muchos mensajes sin precaución alguna. Te va a pasar a buscar por quinta vez, te va a pasear por todas partes buscando un lugar tranquilo; y una vez que lo encuentre, su cara va a mutar, va a ponerse compungido, va a dejar de mirarte con cara de tigre en celo y con más vueltas que el Dakar te va a escupir una lista incompleta y confusa repleta de peros, de razones, de disculpas y en medio de todo eso  va a soltar la palabra “novia” modificada directamente por el temible pronombre posesivo “mi”. ¿Qué hacer? No hables. Solo clávale la mirada asesina. Levantate, saludado con una palmadita, y partí tranquila caminando. Si a lo lejos escuchas un: “te acerco con el auto, veni”, no te des vuelta, seguí sin prisa. Solo seguí. Prohibido llorarle en la cara, insultarlo o golpearlo. Al otro día, una vez que pienses que decir, aplica tu derecho a réplica. No exageres, no vale la pena. Está bastante claro que no es tu futuro marido.