El amigo de un amigo que te clava la mirada sin disimulo alguno, te sonríe y está atento a tus comentarios, festeja todas tus estupideces propias del exceso de fernet, le dice a tu amigo lo copadas que son sus amigas, habla en plural, en vano, para no quedar obvio. Te sirve fernet cual mozo de restorán. Coincide con vos absolutamente en todos los gustos. Te aclara ante el comentario de la falta de taxis, que tiene auto. Despliega sin vergüenza una interminable lista de cualidades que hacen a su personalidad; se autocalifica de pibe simple, de familia, con muchos amigos, de pibe sacrificado que solo quiere terminar su carrera y tener éxito, familia, hijos, perro, pileta y un cartel en la puerta que diga “Familia Feliz”. Te coquetea con dulzura. Empieza a soltarse cada vez más, te toca la pierna cuando hace un comentario, te saca la basurita inexistente de tu pelo, se acerca cada vez más, todo se vuelve muy cercano. Claro, el flaco es pintón, canchero, desinhibido, simpático, etc. Llega la hora de la retirada, ofrece su auto para llevarte hasta Buenos Aires si es necesario. Vos pensas ya convencida, en si estás bien depilada, porque obvio, las probabilidades de… son de 99 en 100. No pasan 10 amenas cuadras, acompañada por música de Rock en su lindo auto el cual maneja movedizo y nervioso, mirando para todas partes. Se frena. Te mira y sin rodeos, te chanta ese beso que solo te dan los flacos ajenos. Si flaca, el loco va tirar la toalla en el telo más cercano, te va a hacer explotar. Te va a volver a ver, van a volver a empañar los espejos del techo. Se va a convencer de que tus lolas se complementan con sus manos, te va a decir hasta el cansancio lo hermosa que le resultas, lo divina que sos, lo increíblemente cómodo que se siente a tu lado. Te va a mandar muchos mensajes sin precaución alguna. Te va a pasar a buscar por quinta vez, te va a pasear por todas partes buscando un lugar tranquilo; y una vez que lo encuentre, su cara va a mutar, va a ponerse compungido, va a dejar de mirarte con cara de tigre en celo y con más vueltas que el Dakar te va a escupir una lista incompleta y confusa repleta de peros, de razones, de disculpas y en medio de todo eso va a soltar la palabra “novia” modificada directamente por el temible pronombre posesivo “mi”. ¿Qué hacer? No hables. Solo clávale la mirada asesina. Levantate, saludado con una palmadita, y partí tranquila caminando. Si a lo lejos escuchas un: “te acerco con el auto, veni”, no te des vuelta, seguí sin prisa. Solo seguí. Prohibido llorarle en la cara, insultarlo o golpearlo. Al otro día, una vez que pienses que decir, aplica tu derecho a réplica. No exageres, no vale la pena. Está bastante claro que no es tu futuro marido.
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