lunes, 10 de enero de 2011

Cuentas Claras Conservan La Amistad


Un viernes cualquiera, una amiga te invita a una reunión con gente selecta, vos contenta te arreglas y vas como si nada. Llegas y desde la puerta vez la poca gente, entre las cuales resaltan un par de ojos celestes que pertenecen al que, sentado con total relax en un sillón te mira desde la puerta hasta llegar a su lado. Su vestimenta refleja su onda peculiar. Canchero, sin ser banana, mirada profunda y dulce, sonrisita humilde y comentarios tiernos ante todo. Te saluda amablemente y te da un beso ruidoso y lleno de ganas. No habla demasiado, se muestra interesado en tu actividad reciente, y hace preguntas y comentarios. A la hora de comer, se ubica frente a vos. Come con delicadeza, y se sienta como los guapos de la boca en época de arrabales: masculino, seguro y con un toque de tristeza a medio relucir. Habla de él en tercera persona siempre con una sonrisita misteriosa, y como en un salto de confianza entre chiste y palazo te trata como si fueras la futura madre de sus hijos. Vos, lógicamente, lo tomas literal: chiste y palo, palo y chiste. Entradita la noche, la mesa se ha vuelto una pasarela de envases vacíos, las risas ya pasaron a la exageración y el sexo se apoderó de la conversación. Chiste va, chiste viene, carcajadas. Uno de los presentes se pone a mandar mensajes, la dueña de casa se va a buscar algo dulce en el frasco de las masitas y vos y él se quedan hablando de cualquier cosa. Él, sin timidez y como un acto reflejo te da su celular y te dice, anota tu número y pasame tu mail. Vos, con cara de nada, lo anotas. La noche trascurre de la mejor manera, exitosa reunión. Salís y te ofrece llevarte, pero decís que no, por pudor repentino. No terminas de llegar a tu casa que te manda un mensaje. Vos, no entendes o no queres entender. Le respondes dulce y tranquila, sin exagerar, siendo un poco adolescente y un poco desconfiada. Al lunes siguiente, abrís tu messenger como lo haces habitualmente, no terminas de apretar el sobrecito que abre el correo electrónico que te aparece su ventana con una rosa. Vos, definitivamente estás segura de cómo viene la mano. Durante toda la semana, van a hablar a la misma hora, de la misma manera, van a intercambiar historias, recuerdos, gustos musicales, sensibilidades compartidas, problemas no resueltos, con seriedad y melancolía van a unirse en una especie de empatía incomparable. Se verán, otra vez con amigos, se darán casi por casualidad y en soledad un prometedor beso, de esos que te hacen pensar que el telo no es la primera opción, esos que te hacen sentir tan bien, que te quedas colgada de sus labios como si fueran a no verse nunca más. Así será, pasarán cibernéticas semanas sudando verdades y necesidades, promesas e invitaciones que nunca serán… De buenas a primeras, vas a notar como de apoco se aleja, como de apoco deja de tildar tu nombre en el messenger, deja de mandarte mensajes, deja de prestarte atención… y vos, chupando un palo sentada sobre una calabaza… no vas a entender absolutamente nada. Hasta que una tarde caminando, casi triste por ahí… lo vas a ver, de la mano y feliz con otra mujer… el también te va a ver, pero no va decir nada, porque en el fondo sabe que en algún momento vos vas a decirle algo y que él va a tener todo ese tiempo para pensar en qué y en cómo decirlo. Tu barrera de madera, se va a volver de acero, vas a sentir que tu estómago se achica, que tus ojos solo sirven para llorar, vas  a sentir una desilusión incomparable. Te va a agarrar odio, le vas a escribir y le vas a decir de todo. Sabiendo que el también te vio, te va a contestar intentando minimizar lo que alguna vez dijo, intentará sin demasiado esfuerzo victimizarse y en nombre de la amistad quedar como Forrest Gump el día que perdió la madre. La culpa flaca, la tenés vos. En eso tiene razón, no supiste reconocer al demonio escondido detrás de esa cara de Pibe bueno que nunca le hace daño a nadie. Tampoco borres su número, como amigo puede ser mejor que muchos; y anda a saber… con el tiempo, alguna segunda parte sexualmente explosiva te haga sentir bien, eso sí, es sumamente necesario tener siempre frescos los antecedentes y entender que “cuentas claras, conservan la amistad”.

1 comentario:

  1. Me gusta creer que es asi en realidad lo que viene del otro lado, sería como el chico de esta historia. No suelo olvidarme, olvidarme a mi suelen.

    ResponderEliminar