martes, 4 de octubre de 2011

Un Niño Negro


Había una vez un niño de color negro que deambulaba por la vida sin saber  exactamente de qué se trataba la cuestión.  Enamorado de su novia  se mostraba seguro y feliz. Hasta que un día, la dulce novia lo abandonó.  Pobre niño negro con el corazón roto.  Pretendía superación y corría tras su ex novia a penas ella se mostraba con un nuevo amor. Patético y predecible gritaba excusas y se eximía de toda responsabilidad en la ruptura. Parecía honesto, pero todas las miradas de complotaban para no exponer su estupidez y ¿por qué no? Su decepción.
Entre noche, amigos y alcohol fijo su vista donde no debía, incisivo y meticuloso; atacó a su objetivo en un momento de debilidad. El objetivo, directo y precavido dio sus directivas al respecto; y accedió.  Los encuentros eran básicos, aburridos y con una marcada distancia generacional que generaba en el objetivo un desapego notorio. Pero el niño negro era insistente, sin mediar consecuencia alguna. Atento por demás, desubicado a la par. No sabía enfrentar simples situaciones, se admiraba de todo aquello que alguna vez a su objetivo le produjo admiración.  
Su discurso era convincente, se mostraba seguro y maduro. Había, durante un tiempo, estudiado la teoría a la perfección. Pero en la práctica, su notorio desconcierto ofendía a su objetivo.  La primera vez el objetivo hizo la vista gorda, dejó pasar la situación más desagradable y adolescente jamás experimentada en su vida. La segunda vez, intento explicar al niño negro el porqué de su enojo. El niño negro aparentando comprender y con una inoportuna sonrisa, intentaba demostrar madurez. El objetivo ya estaba fuera de su alcance. Pero el niño negro, ya rojo de vergüenza por su inexperiencia se mostró veloz en el contexto equivocado, y todo acabo rápidamente. El objetivo sugirió distancia. El negro niño empalideció por primera vez en su vida al ver plasmada su tonta existencia. Dándose cuenta que en la Tribu, cuando te pintan la cara, te bajan de un hondazo.
Pobre niño de color negro, que aún deambula por la vida sin saber exactamente de qué se trata. 

martes, 2 de agosto de 2011

Una especie que debería estar en peligro de extinción...


Llamémosla, simplemente, “La Farmacéutica”. Este espécimen no escapa a la descripción del mito dentro del rubro: “están todas locas”, más que un mito yo diría un hecho… un hecho agravado por la menopausia, el divorcio y la soledad.
El día que Laura la conoció fue por teléfono, la interrogó prepotentemente casi con un tono de barrio altanero y sin decoro. Las respuestas de Laura fueron cortas, simples y sin tono simpático. Laura se quedó sorprendida y un poco preocupada y solo podía pensar en quien sería esta señora. La respuesta la encontró en boca de un superior: “La Farmacéutica” La cara dubitativa de Laura obligo a su superior a dar más detalles, pero solo pudo quedarse un rato en silencio y acto seguido y a modo de excusa decir, casi resignado, un contundente: “Es lo único que encontré, no hay farmacéuticas disponibles en la ciudad”, tomó un cigarrillo de su atado y salió a fumar.
 Por ese entonces, la excusa no parecía relevante. Incluso a Laura le causó gracia que se refiera a Ella como si fuese una cosa. Laura la conoció personalmente un martes, había sol, aun no terminaba la primavera y estaba de buen humor. De buenas a primeras, 15 minutos antes de lo acordado, la ve aparecer por la puerta. Alborotada como una adolescente, caminaba encorvada y se la notaba despojada de todo signo de femineidad, jadeaba y se reía con una especie de timidez, que en ese momento Laura creyó sincera al punto de juzgar de machista el comentario de su superior. Su aspecto era poco decoroso, teñida con raíces ya crecidas, no muy alta, con algunas arrugas pronunciadas y con unos  ojos claros bien abiertos y mal delineados con una gruesa línea negra y algunas gotas de rímel corridos por la transpiración. En su época se ve que ha sido linda, pero los años la han deteriorada lo suficiente como para aparentar un poco mas de edad que la que profesa su documento.
Entró y miró a Laura de arriba hacia abajo ida y vuelta; alagó sus botas su cabello y largó una serie de afirmaciones acerca del desquicio de sus colegas, desquicio del cual ella estaba completamente excusada, según ella. Como siempre, en la vida y en los vínculos Laura decidió tomarse su tiempo para evaluar a “la farmacéutica” y no dejarse llevar por las palabras de otro. El día transcurrió normal. “La farmacéutica” solo hablaba de su manera de ser: abierta, sincera, frontal, segura, luchadora, etc. Laura escuchaba y asentía en alguna coincidencia. Se despidieron al final de la jornada con una sonrisa y un hasta mañana. Cuando  Laura llegó a su casa, se acordó de algo que la puso en alerta.
Unas semanas atrás, Laura y sus amigos se habían reunido a almorzar en un campo alejado de la cuidad. Entre los invitados se encontraba Iris, un personaje sin pelos en la lengua que pertenece al mundo de las farmacias. Laura se acerco a la pileta con unas cervezas para ponerse a charlar con quienes allí estaban tirados al sol. Iris hablaba de los aumentos de sueldo, de las categorías, de convenios y cosas así. Laura, para compartir la charla, comento sobre su trabajo y su nueva compañera; no alcanzó a terminar de pronunciar el apellido que ya estaba la enorme carcajada y un gesto aplastante en boca de Iris, quien al ver mi cara de desconcierto me preguntó: “¿La que vivió en el interior?” Laura casi con miedo dijo en tono medio: “Sí”. La expresión de Iris mostraba más que un seño fruncido y pronunció un temible: “Laura…” En eso alguien irrumpió y Laura, casi como un acto  de miedo inconsciente, no se atrevió a preguntar  absolutamente nada.  El día llegaba a su fin, Laura terminaba de sentarse en el auto, cuando escuchó la voz de Iris que le gritaba desde el portón con fuerza y esperanza: “Laura, esa mujer no enfila sus patos, cuídate”  El domingo llegaba a su fin, Laura preparó sus cosas, se dispuso a terminar de ultimar detalles y acostarse a dormir. Se durmió acordándose de las palabras de Iris.
Al día siguiente, todo se le olvidó. Las jornadas con “La Farmacéutica” eran amenas, no se conocían, así que como simples desconocidas que se verían obligadas a verse a diario, charlaban incansablemente, de las simples cosas del transcurrir laborar y de la vida también.  La distancia generacional le daba a Laura la posibilidad de ver las cosas desde otro punto de vista, siempre con sus reservas compartía cotidianeidades y expectativas. Laura estaba tranquila y feliz. Llegaba al trabajo con buen humor y bien dispuesta. Así pasaron las semanas, los meses. Hasta que de buenas a primeras, las charlas amenas se volvieron un monólogo, varios monólogos. Muchos monólogos. Excesivos  monólogos cargados de quejas, reproches, necesidades, complejos, problemas, confusiones y de explicaciones de cómo todo y todos le arruinaron la vida. Exigencias de cómo uno tiene que ser o dejar de ser. Suposiciones sobre la vida de Laura y la de sus familiares y amigos. Trataba a Laura casi como si fuese su hija menor. Cosa que irritaba mucho a Laura. Paso de ser agradable y compañera a ser la dueña de la verdad única y absoluta acerca de todo. El último día de la semana, Laura llegó a su casa y llamó a Iris. Hablaron por un rato muy largo.
En medio de la desvirtuada realidad de “La Farmacéutica” Laura ocupaba un lugar incómodo. Su nivel de tolerancia a la estupidez ajena era casi nulo, lo que le permitía lograr en un abrir y cerrar de ojos un bloqueo mental total; logrando desvincularse de esa nociva existencia que pululaba a su alrededor. Laura comenzó a limitarse a lo necesario. Comenzó a evitarla, charlaba pero ya sin entusiasmo, casi no pronunciaba oraciones, solo palabras sueltas y casi siempre ponía como excusa el trabajo que debía completar. Todo cambio se hace notar. Pero “La farmacéutica” era persistente. Hablaba tanto que por momentos Laura no estaba segura de qué es lo que estaba diciendo. Dejó de escucharla, no solo porque se hartaba de sus historias de dudosa procedencia, sino porque todo y todos para ella eran un fiasco o tenían algo en contra de ella o estaban obnubilados por ella. Entre sus tantos monólogos se la escuchaba decir que nuestro trabajo era una porquería, que algo raro y sucio tramaba nuestro superior; superior que mantenía una aventura lujuriosa e interesada con una compañera de otra sucursal; que la chica que nos ayuda con el mantenimiento del establecimiento era una negrita que limpia mal y pone demasiado café en su tasa. Los cadetes se le insinúan, los dueños de otros establecimientos con los que mantenemos relaciones laborales estrictas la invitan a salir  y le hacen promesas que la ponen a dudar; en reiteradas oportunidades “hablaba” por teléfono con su enamorado, en el mismo instante en que el teléfono sonaba de repente. Laura la miraba con una expresión indescriptible y ella se quejaba de lo mal que andaba su teléfono. Además de tanto defecto, ella conoce personalmente a todos. Tiene la capacidad de encontrar parentesco, cercanía o algo por el estilo en cualquier ser humano, sobre todo si ese ser humano se baja de un auto de más de 50.000 pesos. Target bajo si nos remitimos a sus expectativas. Y lo más gracioso, es que según ella: “Iris es su amiga”. Iris no tiene un buen juicio sobre ella. Ni siquiera la respeta como ser humano, habla de ella con un desprecio y una liviandad propios de alguien que está cansada de soportar sandeces gratuitamente.
Pasó el tiempo y todo seguía igual, solo que las actitudes y reacciones de “La Farmacéutica” se habían tornado peligrosas. Una tarde buscando algo en la repisa de la cocina, Laura se encontró con su nombre tachado y puesto en un vaso de vinagre. Otra Mañana Laura se quedó dormida y llegó tarde al trabajo. “La Farmacéutica” había llamado a su superior para informar que Laura no se había presentado a trabajar. Su superior le advirtió de las malas intenciones de “La Farmacéutica” lo cual dejó tranquila a Laura. Su superior estaba al tanto de lo que sucedía y no lo tenía bien visto. Laura comenzó a escuchar. A oír. A reaccionar ante eso que entre líneas y no tanto se le estaba diciendo. Se dio  cuenta de que cada cosa que ella decía, se volvía el punto de crítica y análisis no requerido por parte de “La Farmacéutica”. Tal es así que Laura comenzó a poner todo bajo seria sospecha.  Se dispuso a recopilar información y a exponerla entre sus allegados sin dar nombres, pensando que quizás estaba equivocándose o que su miedo a la gente la hacía ver las cosas de esa manera. Pero no fue así, Las respuestas de sus ex colegas, sus conocidos, sus superiores y los propios hijos de “La farmacéutica” le demostraron a Laura que estaba en lo cierto. Trabajaba junto a una solterona en potencia, fanática del tarot y las pociones mágicas, sobrevivía a sus mañana y sus tardes junto al desborde envidioso de un alma solitaria y en pena, soportaba la verborragia malintencionada de una divorciada que no recibe atención ni masculina ni medica desde hace ya demasiados años. Pero lo más importante era que Laura, seguía siendo Laura. Intacta, tal cual demostró ser desde el comienzo. Y encontró en esta fortaleza el arma mortal para aniquilar a “La Farmacéutica”: la ignoró completamente, al punto de limitarse a dos palabras diarias: “Hola” y “Adiós”. Al día de hoy Laura sigue enterándose de  cosas nuevas, cosas graves, cuentos, mentiras, palabras dichas con mala intención. Elucubraciones casi infantiles que de ser ciertas podrían desatar un problema irreparable. Pero eso ya no le preocupa a Laura. Solo le preocupa que se siga procreando esta temible raza: la de las farmacéuticas.

lunes, 16 de mayo de 2011

¿Se dice y no se hace? No, no. Se dice, se hace y se vuelve hacer.



Siempre en los grupos medianamente grandes, encontras alguien con quien hablar es más entretenido y placentero que con el resto. Por eso en cada reunión, en cada recital, en cada salida, es con esa persona con la que te acurrucas  a charlar hasta el cansancio, se acompañan a tomar el taxi, se mandan mensajes de textos del tipo. ¡“No sabes lo que me paso”! el cual desencadena unos 10 mensajes más que te ponen contenta, muy contenta. DANGER. Así pasan unos meses. En esos meses, el resto del grupo empieza con las cargadas hacia ambos. Eso despierta tu curiosidad y empezás a notar esas señales que estabas pasando por alto. Se miran distintos, se saludan distintos, se escriben otras cosas… Te invita  a salir sola, y vos feliz.
Primera “cita”
Llega puntual. Van a comer, no paran de hablar, de agarrarse la mano, de hacerse caras, de limpiarse el pedazo de pizza de la boca. Se van al cine, miran la película. Van al bar, beben de mas, van a otro bar, siguen bebiendo, van a desayunar todo sigue perfecto, van a la vereda, pasa el taxi, te subís. Llegas a tu casa. Y no entendes absolutamente nada. ¿Timidez? Elegís pensar que si.
Segunda “cita”
Llega tarde. Van a comer, no paran de hablar, de reírse, de contarse cosas, de compartir historias, de acercarse sin que pase nada. Es día de semana, y se van temprano porque mañana trabajan. En la parada del taxi, siguen hablando y hablando. Pasan 20 taxis, se hace re mil tarde, y siguen hablando. Se te acaba la saliva y te vas a tu casa. DANGER.
Así pasa “cita” tras “cita”, reunión tras reunión, y todo sigue igual. Justo cuando empezás a optar por tomarlo como un buen amigo, una madrugada, en el medio de un bar, te chanta un beso. Vos respiras profundo: besa bien, muy bien (fundamental), se vuelven a ver y son besos y más besos, manoseo y desenfreno. Todo se “siente” normal… apto para su futura función nocturna. Pero no, no pasa nada. Finalmente una noche van a tu departamento, y como vos no podes hacer nada… él lo acepta y solo se besan y se besan y se besan, y todo vuelve a sentirse normal y apto para su futura función nocturna. Noche tras noche miles de besos empañan los vidrios. Besos y mas besos… besos y besos… y ¡¡BASTA DE BESOS!!
Empezás a mirar para otro lado, harta después de meses. Y de golpe  te suena el celular ¿te manda un msj? ¡No! Te llama, te habla con dulzura, confiado y rebosado de virilidad y te hace una de esas invitaciones que huelen a más. Vas a su casa, en la que vive solo, miran una peli, la peli termina, se apagan las luces… y vos… lo buscas… lo buscas… de miles de formas lo buscas. Y te acordas de esa casi primera vez en la que el sueño le gano el partido; y pensas con miedo y falso entusiasmo en cómo será todo. Y mientras te das cuenta de que con algún disimulo te corre la cara, te saca el brazo y te “ayuda” a darte vuelta para anteponer su brazo entre tu cuerpo y el suyo y solo poner la mano en la cadera, como cuando no queres que algo se caiga y escuchas en el medio de un bostezo forzado un: “hasta mañana, te dejo la luz de abajo prendida por si queres ir al baño”; te empezás a sentir de una forma indescriptiblemente desagradable. Te sentís rechazada y despreciada. Te queres ir, chasquear los dedos y desaparecer, y no sabes cómo hacer, porque te sentís tan mal que temes quedar como una loca. Así que no te queda otra que intentar dormirte, cosa que no logras hasta las 6 de la mañana cuando vez que está saliendo el sol, y en dos horas tenés que ir con completa amargura a trabajar. Absorta te despertas, ojerosa y malhumorada. El te prepara el desayuno, tomas dos tragos y solo te queres ir. El actúa con total normalidad.  En el taxi, el tachero te habla de unión, y vos pensas en contarle lo que te acaba de pasar y pedirle ayuda. Te limitas a hablar del mal momento de unión.
Durante la semana para el todo sigue normal. Tu desconcierto es cada vez más nebuloso. Se vuelven a ver y vos estas rara. Pero aceptas una caricia, la devolves. De ahí en más CERO. Pasa la semana completa con dos mensajes raros a modo de excusa. El te dice de verse, se ven, están en grupo, y su rechazo es evidente. Esta sine estar, no habla, se ríe poco, no conversa, se va temprano. Desaparece por completo. ¿Qué hacer? ¿Qué pensar? ¿Qué decir? Solo escribile si queres, despedite, pone al grupo en primer plano y olvida. Pero no te olvides de todo, acordate del mozo  buen mozo que te hace caritas y que te saluda con un beso meloso cada vez que te vas del bar, ese mismo bar en el que alguna vez creíste que nunca te ibas a topar con alguien que cree que el sexo es algo que se dice pero no se hace.

jueves, 10 de marzo de 2011

Clonazepan y Circo: que quiso decir Calamaro con eso????????


16: 29hs. 
¿Cómo explicar los psicosomáticos estados estomacales?
Comida del día: Té con leche, 4 cerealitas, mate, una banana, 3 empanadas de carne, un yogurt "serenísimo" con cereales azucarados, agua. Todo en sus correspondientes horarios. 
Cigarrillos: 9.
Síntomas: Acides insoportable; vómitos; hinchazón, dolor constante en la boca del estómago, dolor de cabeza, mal humor. (Sexo seguro, embarazo imposible)  

Situación financiera actual: amarillo satinado. 
Situación familiar actual: blanca con manchas, muchas manchas. 
Situación laboral actual: existente, pero insoportablemente nula. 
Situación Social actual: sin expectativas. 
Situación Sentimental pasada, actual y fututa: nula.
Situaciones de Cambio: sin perspectivas.

Según los psicólogos todo este montón de situaciones generan repercusiones a nivel físico. Las cuales venís padeciendo desde hace unos 15 años con algunas intermitencias felices.
A los 15 te dicen que  por no saber, o por saber, o por creer saber o por recibir tantos concejos para llegar a saber que ser en algún futuro, siempre cercano y rebalsado de presiones y complicaciones; genera ansiedad. Tus padres te aconsejan salir, despejarte, disfrutar, conocer gente, hacer amigos, te compran ropa te hacen imaginar tu futuro exitoso con almohadones bordados con hilos de oro y fuegos artificiales.
Llegas a los 20 y te das cuenta que el hilo de oro esta valuado en dólares, que el almohadón era solo ilustrativo y que los fuegos artificiales son dos veces al año y no tienen nada que ver con vos. Te encontras en tu etapa de Estudiante, lo que implica que cada vez que quieras salir de fiesta con tus amigas, tus padres te van a decir que vivís en la calle, que no tenés limites, que no van a poder mantenerte toda la vida, que lo que te están ofreciendo ellos no lo tuvieron, y que muchos no lo tienen y que debes aprovecharlo porque tu futuro depende de ello.
Tu cara de desconcierto, después de comerte 40 horas semanales de cursado, más las horas que te pasas sentada en el escritorio de tu pieza, va a ser densa. Ellos, tus padres o responsables a cargo, tomando a penas como referencia la carrera que hayas elegido, evaluaran tu “etapa”. Toda evaluación al respecto será directamente proporcional al éxito de tus hermanos/as; primos/as; amigos/as; conocidos, hijos de, y por supuesto de tu edad. Si ya llegaste a los 25 y no cambiaste nunca de carrera, eso quiere decir que hace más de 7 años que estas intentando recibirte. Si tenés 25 y cambiaste de carrera al menos una vez, eso quiere decir que sin hacer demasiados cálculos, tu historial presenta mínimo 2 años tirados a la papelera de reciclaje. Si los pasaste… es porque tus padres pueden seguir sosteniéndote y no les molesta hacerlo; y, en el mejor de los casos porque sos responsable aunque te cueste.
En cualquiera de las tres situaciones vas a conocer tus primeros “ansiolíticos”, aunque muchos lo hacen antes, pongamos que sucede a los 25. Tenés tres opciones: o estás en la recta final y estas harto de hacer resúmenes,  sentís una gigante frustración y solo pensas en buscar trabajo; o prácticas el optimismo y seguís feliz a tu ritmo.
Si perteneces a la segunda opción, y la venís padeciendo hace unos año:  Bienvenida/o al Clonazepan: pastilla, bebida, cigarrillos, mariguana, peñas constantes, compras compulsivas, eternas horas en la cama, encuentros furtivos, migral compuesto, ranitidina, speed con o sin vodka;  dolor generalizado en el cuerpo, resacas los lunes, miércoles y domingos, etc.
Seguramente ya pasaste por una serie de trabajos malos, siempre con la opción “carrera para terminar” a mano; excusándote en la falta de tiempo vas a sentarte en el banquillo a buscar culpables… lo lamentable es que solo vas a encontrar tus ojeras en el espejo. Si tropezaste, por pura suerte, con un trabajo “digno”, tranquilo  y sin mayores sobresaltos, estas en condiciones de decir que usaste tu primer salvavidas. ¿Cuál? Ese que venís imaginando desde hace mucho tiempo, desde que a los 20 intentaron corregirte sin previo aviso y tu reacción, o no - reacción,  no le dio gusto a nadie; esa bocanada de aire, esa independencia tan buscada, esa supuesta comodidad insuperable, ese sueño, ese deseo, esa libertar, ese… todo: ese…  mudarte sola.
Como todo salvavidas, te ayuda solo a llegar a la orilla. Con lo cual estás en condiciones de elaborar una nueva lista, aún más neuróticamente compleja: el sueldo no te alcanza, todavía no cambiaste la cama de una plaza, los cuadros que tenias pensado comprar los cambiaste por una campera, una cartera y un par de zapatos que te arrancaron una sonrisa para el sábado; comprarte una calculadora, porque no podes creer que la cuenta que hiciste a mano tenga 4 números, buscar una respuesta al  porqué con los meses empezaste a  no poder levantarte de la cama aunque te hayas acostado sola a las 12.05, o a las 3 de la mañana… Y sobre todo una pregunta temible en la lista: ¿Por qué sigo?
Todos los días vas a levantarte apurada, vas a salir a la calle desprolija buscando un taxi para no llegar tan tarde al trabajo, donde te esperan: la puta alarma que jamás te espera, la neurótica y solterona compañera que le quedo grande a Ricardo Arjona, las noticias poco alentadoras del diario, el bostezo infinito, el dolor de cabeza, el aburrimiento, el cliente que viene una vez por semana y desparrama su vida en tus oídos y tu otra compañera, con la que por suerte podes hacer un poco de catarsis y está en la misma que vos. Cuando ella se va, te quedas con la compu buscando que hacer, arreglas el mate unas 10 veces, comes, fumas, fumas, fumas y… fumas. Te pasas los días pensando cómo resolver esta insoportable situación, volves a tu departamento incompleto a tu gusto, prendes la tele, la compu, pones la pava y avalúas hasta el cansancio la siguiente pregunta: ¿Voy al Gimnasio? No ves ningún cambio en tu cuerpo, con el cual seguramente tampoco estas contenta. ¿Invito a alguien a tomar unos mates? A veces vas, a veces no y casi siempre una amiga, TU amiga te salva las papas y te hace sentir mejor. Salís, tomas algo, hablas con tus amigos, se juntan a veces a comer, te distendés y volves al punto de partida. Tu cama chica, la ausencia de tele, el celular que no suena, la heladera vacía. Te vas de tus padres buscando cobijo, lo encontras por un rato. Vas y venís sonriendo por fuera, te das cuenta que perdiste la capacidad de relacionarte sinceramente con el sexo opuesto, y pensas que es culpa del pantalón que no te entra. Vas de tu psicólogo y te das cuenta de que todo esto es una estupidez, que es realidad, es una etapa manufacturada por tus propios miedos, por tu propia inseguridad, por tu incapacidad de disfrutar de lo que hay, sin pensar en que esto es lo que hay. Y te preguntas: ¿Qué es lo que estoy esperando? ¿Qué es lo mejor que va a venir? ¿Va a venir eso mejor?
No hay demasiadas respuestas… Por eso, mejor será pensar bien en qué es lo queres y después pensar en cómo obtenerlo. Fundamental: si vas a responder algo como “El quini 6”, acordate de jugarlo, no como yo, que jamás me acuerdo, no estoy segura de lo que quiero y sigo haciéndome demasiadas preguntas.
18: 45 hs.
Cigarrillos: 16
Situación actual: ¿Voy o no voy?

miércoles, 2 de marzo de 2011

Hot Al Cuadrado


Desde la esquina sentís su irresistible mirada, sin disimulo alguno te inspecciona, te hace sentir linda y sexi. Pasas por su lado, te saluda confiado, se presenta. Con un rodeo de ojos te sigue hasta que su interlocutor interrumpe el suceso. Entras a tu departamento, cerras la puerta y solo podes pensar en crudo: “¡Qué bueno está este flaco Dios mío! Los días pasan, se cruzan en la entrada del edificio, se sonríen, se miran, charlan… De tanto en tanto suena tu puerta, vos abrís con el pantalón corto desteñido y repleto de hilachas, la remera de Mickey que tenés desde que hace 15 años  cuando una amiga viajo a Disney y te la trajo de regalo, despeinada y descalza, con cara de sueño y de panza llena y del otro lado ese lindo torso descubierto,  con  su brazo derecho apoyado en el marco de la puerta; te supera en altura por lo cual inclina su sonrisa hacia a vos, te saluda y te pide algo. Lo que sea, yerba, mayonesa, servilletas de papel. Vos, aunque te sentís más fea que  charlize theron en “Monster”, despegas de tu patética vestidura la mejor onda posible. Comentarios del clima, del trabajo y se va… Cerras la puerta, y  te quedas embobada del otro lado de la puerta. Con el correr de las semanas se lo mostras a tus amigas. Justo ese día, el empapa de olor a perfume exquisito todo el pasillo, esta impecablemente vestido y saluda con total masculinidad. Tus amigas y vos, se mueren disimuladamente. Con el tiempo y de la nada, casi sin saber bien como, se vuelven más cercanos,  comparten cervezas en tu departamento, cigarrillos en la ventana, le cae bien a todas tus amigas y amigos, se suma a las comidas, se desenvuelve y empieza a mostrarse como es: un divino total, con buena onda, seguro, dulce, atento, gracioso…  te tira palos a modo de chiste, y te dice cosas que te hacen sonrojar… pasa por la ventana de tu departamento cuando esta yéndose, y te golpea con la llave…  Ahhhhhhhhhhhh etc. 
Casi el hombre perfecto,  salvo por el detalle de que vive en la puerta frente a tu casa. Así que linda, limítate a mirarlo y a quererlo como un amigo. Porque “Pueblo chico infierno grande”  y… ¿qué más chico que un edificio de cuatro pisos, en donde hay un chico hot cuya puerta queda tan solo a dos metros de la tuya? ¿Qué más chico? El hermano menor del chico hot, El dulce hot que tiene apenas unos años menos, lo conociste después, entre sonrisas y comentarios sobre el edificio. Es un dulce, atento, gracioso y trae la guitarra a tu casa cuando te juntas con tus amigas. Es sencillo y te hace sentir siempre en complicidad. Se juntan a ver películas, juntos como bueno amigos. Esta toda la semana trabajando afuera y cuando viene a la ciudad, se toma su ratito para visitarte o tomar algo con vos. Muestra interés en tus cosas y habla apasionadamente sobre su carrera. Sale con alguien de manera informal y se acusa de enamoradizo, asegura no poder estar con alguien sin tener sentimientos. Tiene la falta de timidez que a vos te sobra y se despide con un abrazo apretado siempre. Pero, aunque ya no vive todo el tiempo frente a tu puerta, de la nada y sin que nadie le haya preguntado algo al respecto, aclaro no poder jamás sostener una relación a distancia, y que no arruinaría una posible buena amistad por pasarla bien algún que otro fin de semana…. Conclusión: mato la idea, antes de que tu cabeza la pensara.
Así que… tendrás que esperar que se venza tu contrato y decidir: seguir mirando y disfrutando de tan bellas cualidades, con cariño y nada más, o mudarte no muy lejos y mandar LA SEÑAL. Y si no hay respuesta, al fin y al cabo… Los amigos como ellos nunca están de más.

Cotillón y Premio Consuelo


¿Cuántos tipos de hombres existen? El insulso, el dulce que nunca termina de convencerte, el contradictorio, el casado, el mirón, el sexopata, el más joven que vos, el mucho más grande que vos, el que vive de boliche en boliche, el drogón, el simpático con todos, el callado observador, el de los mensajes a la mañana, el de los mensajes a la madrugada, el que nunca tiene tiempo, el que lo tiene todo a tu disposición… ufff podría seguir, pero solamente voy a referirme al más triste de todos: “El conformista”
El conformista es un flaco pintón, que hace rato abandonó los 30, es canchero, tiene un buen laburo, seguramente vive con su novia, ha experimentado el placer de disfrutar su adolescencia al máximo, le rompieron el corazón alguna vez, está acostumbrado a no pasar desapercibido. Sabe escuchar, es aparentemente seguro y superado, tiene gustos caros y las palabras justas para hacerte sentir “especial”. Lo conociste de casualidad en un cumpleaños aburrido, repleto de separados, parejas al borde del abismo y una insulsa torta sin vela. El fue solo. Vos lo miras disimuladamente, te encanta. Pero intuís que pronto habrá un anillo enorme, dorado y redondo en su mano. Te dispones a interactuar. Todas las conversaciones giran en torno a lo “hijos de puta que son los hombres”, “lo desagradablemente histéricas que somos las mujeres” y cosas por el estilo. Como un golpe de suerte aparece la conversación futbolísticamente rival con el marido de la aburrida cumpleañera. Esto  llamó su atención. Se acerca descaradamente, y sin más inyecta su venenoso comentario; vos que tomas enserio al club de tus amores le contestas sin dulzura, pero con ese “que se yo” que una hace cuando de la nada algo te hace Clik. Ni siquiera recordás en qué momento el marido de tu amiga se volvió invisible, y seguís bebiendo despacito, y hablando con el Conformista. Te sentís como en casa, es abierto, gracioso, se te acerca de una manera masculina y sensual. Empezás a creer que no tiene novia, porque coquetea con vos casi descaradamente, pero exento de cualquier grado de vulgaridad. La “fiesta” no da para más, la dueña de casa ya junto las migas de la mesa y empezó a bostezar. Se empiezan a levantar todos y vos, miras tu celular y pensas: ¡son las 2… recién! La dueña de casa, sacude la llave, se acerca al conformista y le dice: ¡alcánzala! El como si nada y en confianza te dice: “Dale amarga, te llevo” “vos te reís”, se suben al auto… y te bajás tipo 4 de la mañana… Nunca pasó nada, pero hablaron de todo, se rieron, se golpearon las piernas con dulzura… se pasaron los números con la excusa de competir en el Gran DT. Cada partido de sus respectivos equipos implicaba algún que otro mensaje al respecto, con mensajes entrelineas. Verse era todo un jolgorio, siempre teniendo de que hablar, charlas sinceras e interesantes sonrisas delatoras, cada  cruce “casual” los disponía a ponerse al tanto de todo, como si fueran amigos con derechos ocultos. Amigos que en el fondo saben que quieren algo más. Todo es lindo, sano, reconfortante. Estas segura de que pronto, te va a partir la boca de un beso y van a empezar a conocerse en otros contextos, van a empezar sin prisa ni presiones,  especulaciones ni títulos,  a compartir un poco más.
Cobijas esa idea con tantas ansias que andas por la calle sonriéndole a las vidrieras. Pero…  Tres de cal, una de arena. Así se hace la verdadera mezcla, la de arena ya paso, ahora se viene la parte fea. Se viene el cumpleaños del marido de tu amiga. Vos feliz  y espléndida vas, esperando encontrarte al dulce “soltero” que te hizo Clik hace 5 meses atrás. Entras flamante, segura y superada. El aún no llegó. Te sentas, picas algo, y escuchas el timbre. Pensas que es el, pero no, es otro amigo. El mismo que se sienta en la mesa y pregunta porque no viene el conformista. El marido de tu amiga contesta: “Se fue a Buenos Aires con la novia”, la yegua de tu amiga, bruja de nacimiento, celosa de tus cinco años menos y tu flamante soltería; se sienta al lado tuyo y te cuenta todo, absolutamente todo sobre el conformista. Vos, con cara de “si ya sabía” y con una acides jamás sufrida en tu estómago, la escuchas. Volves a tu casa, te sacas el maquillaje, el vestido nuevo, las sandalias sexis, y te pones tu ropa de entrecasa y tu cara de nada, prendes la tele y te das cuenta que esto ya lo viviste, sos lo que falta en casa de... En casa de que un conformista. Conformista: es aquel que tiene una novia de cotillón: linda, amigable, sus amigos la aceptan, su familia la acepta, acepta todo tipo de actividad que él quiera hacer solo por el simple hecho de no perder tremendo partido, y porque es quien económicamente va a sostenerla de por vida; es un poco adolescente, sabe cuando hacerse la tímida, cuando ser agresiva, intenta ser superada aunque por dentro de remuerda, controla sin ser vista, resuelve con facilidad las cuestiones del hogar, no toma, no fuma, es simple. Seguramente esta perdidamente cómoda, y sabe en el fondo que lo que tiene "es lo que hay", y él igual, mejor bueno conocido que malo por conocer.  Quizás estés sentada creyendo saberlo todo, quizás tengas razón, quizas estés equivocada. Pero si de algo podes y debes estar segura, es que después de que nazca su primer hijo y las demandas empiecen a ser desmesuradas, la dulzura se acabe y se de cuenta que le pusieron la cuerda al cuello con candado de doble cierre; él va a preguntarse ¿Qué hice? Y vos sin querer junto a todas las otras como vos que sucumbieron a sus encantos, le van a contestar desde el recuerdo: Te conformaste con el cotillón y te llevaste el premio consuelo. No borres su número, en el fondo es solo un hombre solo en compañía, que dentro de no mucho va a hacerse demasiadas preguntas.

Jugando al "Zalamero"


El sobrino mayor de tu amigo mayor. Pasadito de peso, con un importante problema de acné. No fuma, no toma, pero evidentemente siguiendo la lista, lo tercero le resulta imprescindible. Automáticamente al conocerte, te saluda con mirada indiferente, pero con tacto elocuente. Vos ni lo miras, para qué si sabes a la perfección que quiso decirte sin hablar. Llevas sola demasiado tiempo, por lo cual accedes al “coqueteo”, con total desinterés, simplemente buscas un alza en tu ánimo. Con el tiempo, aparece en tu chat. Empezás a notar que las relaciones amorosas se desenvuelven en el espacio cibernético o en el espacio del telo con habitación disponible. En fin, dos meros mortales dispuestos a mentirse mutuamente se conectan a diario. El intercambio es dispar, vos solo disfrutas de la zalamería barata y el alimenta su ratón nocturno: hace promesas, te escribe poemas, escribe canciones inspiradas en; como suele llamarlo “lo nuestro”, te hace insinuaciones constantes; te jura que desde el primer instante en que te vio quiso arrancarte la ropa, y te propone miles de posibles encuentros y desparrama toda la conjugación del verbo amar. El detalle que a vos te salva, es que tiene novia. ¿Te salva que tenga novia? ¡NO!
El cristiano e insistente zalamero, ha pasado del messenger al celular. Y del celular a las repentinas apariciones en lugares a los que jamás va, y en los que vos te sentís como en tu segundo hogar. Pasa un tiempo largo, y vos empezás ficticiamente a responder a sus insinuaciones. Empezás a proponer vos posibles encuentros, arrancas con palabras poco usuales y provocadoras todas las conversaciones  y empezás a notar como la inhibición se apodera de tu zalamero amigo. Aunque lo absorbe la tentación tiene miedo y culpa anticipada. Vos, del otro lado, pegas el uno de espada en tu frente y miras feliz tus 33 puntos en la mesa. Ganaste. ¿Ganaste? Pasan un par de semanas, salís con tus amigas, bebes exageradamente, fumas una cosa verde que trajo la  “hippie” del grupo y estas a punto caramelo para salir por ahí. De la nada te llega un mensaje corto y simple: “quiero verte”. No respondes, seguís tomando y riéndote de todo. Cuando se tiene amigas con hijos o con novios, las salidas son ficticias, existe siempre la idea de salir, pero jamás se lleva a cabo; información que sirve a la hora de manejar dos opciones: llamar a las que ya están en algún bar, o responder al zalamero que te quiere ver.
Tus piernas están cansadas, tus brazos excitados, tu cabeza en cualquier lado, tu boca habla por sí misma y el zalamero te llama. En alguien con 24 años, que tiene el teléfono a tarjeta,  no trabaja y dice que estudia  llamar por teléfono es una clarísima señal de sinceridad. Quiere verte enserio. Contestas, accedes, le das la dirección de tu amiga y se encuentran. Pasa lo que tenía que pasar. Bien… digamos… Normal. Te vas a tu casa, te duchas y te dormís profundamente. Al otro día, prendes tu celular y tenés 7 mensajes del zalamero diciéndote que fue un error, que no debieron hacer algo así, que en este momento de su vida no puede empezar otra relación. Vos a penas te acordas de qué fue exactamente lo que paso, y no entendes porqué la palabra “relación” está escrita en el mensaje, decidís simplemente  responder tres cosas: “tenés razón”, “Todo bien”, “Borrón y cuenta nueva”. Lees su mensaje de agradecimiento mientras abrís la heladera buscando una pata de cordero de 2 kg. Y una coca cola de botella de vidrio extremadamente fría. Listo, problema resuelto. ¿Problema resuelto? ¡NO! Al parecer, el zalamero, purgo su culpa y quiere volver al ruedo. Va a empezar sigilosamente a pretender manipularte y convencerte de un próximo encuentro. Vos poniendo la excusa de estar saliendo con alguien (el control remoto de tu televisor); le decís que no. Él va a exponer argumentos en sus defensa “Yo lo hice, y ahora vos me decís que no”, se va a ofender dramáticamente, te va a caer a tu casa sin avisarte, te va a querer meter la mano bajo la pollera en cualquier lugar, este quien este. Y vos no vas a saber qué hacer. O sí... mentir.  
“Estoy enamorada de vos, quiero estar con vos, necesito que estés conmigo de otra forma, terminemos acá, me estas lastimando y no quiero llorar” etc., etc. ¿Funciona? ¡SI! Él va a desaparecer. Te va a eliminar de su vida, y solo va a limitarse a saludarte para tu cumpleaños, y en alguna que otra reunión común. Todo zalamero tiene un punto débil: el gramo de temor a que una loca enamorada le manche la foto legal. Pero esto no es todo, es sumamente importante eliminarlo de todas partes: teléfono fijo, celular, messenger, facebook, twiter, space y si es posible cambiar de apellido y de dirección. Porque a estos ejemplares les basta y les sobra con cruzarte en la calle para volver a repartir las cartas.

martes, 11 de enero de 2011

El Chico Del Melón En El Monte


Con aire de músico frustrado, entra en el living. Callado y resumido se siente en la PC a buscar música. Vos miras, ese olor a rock and roll no ha dejado de llamarte la atención desde aquellas épocas de noches que aturden. Pone música de un género indescriptible, que hace que todos paren de conversar y se miren entre sí pidiendo ayuda. Se levanta sin importarle la salud auditiva de los invitados, saluda a los que conoce y sale al balcón. Donde vos, estas fumando con cara de desconcierto; se te acerca y te saluda entusiasta, como quien busca hacer nuevos amigos. La mínima charla gira en torno a noches, salidas, lugares, recitales, guitarristas, amigos en común, viajes. Te entusiasma, te gusta. La charla sigue, y se ramifica en trabajo, estudio, dirección, esta vez la geografía te guiña el ojo, y acuerdan el clásico “te acerco” La noche pasa, con miradas desconfiadas y provocadoras y con alto disimulo ante los presentes. En la puerta, mientras te despedís de todos, menos de él, el pudor te domina. Lo saludas como a los demás y él te mira y te afirma: “te acerco”; vos con tu mejor y mentirosa cara dubitativa, le preguntas: “¿No te jode?”. Él, amablemente y en respuesta te da el casco en la mano. A penas llegues a la esquina te va a pedir que te agarres fuertes. Vos, ya despojada del concepto de pudor, lo vas a agarrar como si fueras a salir despedida a penas doble la esquina. Van intentando hablar hasta llegar a la puerta de tu casa. Te bajas y sin más rodeos te subís otra vez sin mediar palabra. Volver a las cinco de la tarde es sinónimo de haberla pasado bien. Hablando, entre otras cosas, descubrís que él es casi como un buda postmoderno. Habla de cosas intangibles, ilusorias, incomprensibles y básicamente no adecuadas a los tiempos que corren.  Llegas a la conclusión de que su necesidad básica es el aire y que con eso le basta para ser feliz. Mientras lo escuchas y respondes con onomatopeyas tipo “aja”, “ujum”, “pufff” y algún que otro “seee” el despliega su filosofía de vida y vos te imaginas durmiendo en el somiere que viste ayer en casa Enríquez. Nunca te imaginaste que el hecho de que viva en la cima de una palmera pudiera provocarte tan terrible atracción. Van a volver a verse, vas a empapar tus oídos con sus excéntricas historias, vas a disfrutar de su inofensiva manera de ser. Vas a pensar por un tiempo que, como todo coco, algún día caerá de la palmera. Eso nunca pasará; y ya sin esperanzas ni apuestas, van a convertirse en  “amigos especiales”; porque este personaje despeinado, desalineado un poco tímido y repleto de graciosas sorpresas estuvo, está y estará latente en tu vida para siempre; como amigo, como conocido, como compañero de noches y excesos; como amigo especial ¿Por qué? Porque  supo seducirte a la par de la borrachera, casi sin que lo notaras en una reunión de amigos, mientras te contaba que en un viaje, se perdió en el monte buscando su melón con vino tinto.

¿Quién Dijo Que Lo Bueno Viene En Frasco Chico?


Estas sentada sola haciendo zapping. Picando algo, tranquila. Cuando de repente te llega un mensaje de un número completamente desconocido, preguntándote a vos indudablemente, ya que tu nombre encabeza la pregunta: ¿Cómo estás? Vos respondes desinteresada pero dudosa un seco “Bien, pero no sé quien sos” Descubrís que es un varón. El Varón, queriendo diluir su caradurés te escribe una seguidilla de mensajes disculpándose por el atrevimiento, previniéndote de que no es su intención molestarte, pero aunque no sabe quien sos le gustaría, ser tu amigo. Ay, mi Dios. Vos no contestas más. Simplemente al otro día te acordás  y lo llamas bloqueando tu número, sin importarte realmente que podes encontrarte del otro lado. Su voz no te disgusta en absoluto, es cordial, educado y simpático. Entran ambos a intentar dilucidar de dónde se conocen. Algunas coincidencias geográficas, los hacen dudar. En fin, quedan en ser “amigos”. Durante la semana entera, Varón va a escribirte cientos de mensajes “de onda”, te va a llamar por teléfono y va a lograr que vos te imagines a George Clooney encontrando tu número de teléfono anotado en un papel, mientras filma una película en Santa Fe.  Todo es jolgorio, se ríen de las mismas cosas, difieren en algunas pero lidian haciendo bromas. Se proponen conocerse, para develar el misterio. Una propuesta falla, lo que genera unas cuantas llamadas de su parte y una tuya, bastantes largas todas. Se pasan los mails, chatean: se vende bastante bien.  Finalmente se proponen encontrarse, siempre con respeto se hacen la invitación con amigos de cada uno. Medio nerviosa y haciendo conjeturas maliciosas te vas con tu amiga a encontrarse con él y ellos, sus amigos.  Estas llegando y vez que una flaco de metro y medio con una pseudo cresta intimidante se para a lo lejos y levanta orgulloso su mano como diciendo: “Soy yo, acá estoy”, te acercas y se presentan con un mentiroso y mutuo: “Si, de algún lado nos conocemos”, cambiarnos de bar, empezamos a interactuar. Después de 40 minutos, tu paciencia y la de tu amiga empiezan a desaparecer. El varón, con el correr de los minutos, despliega con más ímpetu un monólogo infinito. Siempre intentando demostrar: su capacidad para hacer amigos, su capacidad de adaptación a lugares y situaciones varias, su apertura mental, su gusto en ropa (decadente, por cierto.), su gusto en bebidas, su gusto en música, su gusto, en comida, su gusto en movilidad, su generosidad desmedida y desinteresada. Y varios “su” más que, ¿para qué contar?, si con imaginar al pájaro carpintero de la propaganda de twistos es más que suficiente. Tu amiga te mira con cara de póker y vos ya entrada en copas, te pones a pavear. Tus actitudes son percibidas por el varón, como una señal. Tu señal emitida dice: que pase rápido la noche y - mozo, me inyecta la cerveza en el brazo izquierdo, por favor. Su receptor dice: “Ella está conmigo” Tremendo. Gracias a los vicios la noche termina, te preparas para irte y notas que la desgraciada cercanía geográfica no permite zafar de compartir el taxi. Es necesario a partir de ahora que tengas mucho cuidado, que afiles bien tus uñas, que dejes plata a mano y la llave preparada para entrar en el cerrojo. Porque durante el viaje no solo el mal aliento puede darte pánico.

lunes, 10 de enero de 2011

El Chico Del Otro Lado De La Barra

                  ¿Qué hacemos esta noche?
                                  Vamos al Bar.
                                    ¿Que Bar?
                                     ¡EL BAR!

Tu amiga se demora, vos entras te sentas en la barra vacía y recorres con tu mirada el bar. Muchas caras conocidas y un grupo de gente haciendo “música”, de onda,  en el escenario del fondo. De repente, te das vuelta hacia la barra y una larga humanidad de pelo no tan corto, apoya sus codos en la barra con mucha onda, te mira con carita sutilmente recostada en su hombro derecho, ojitos dulces semicerrados y brillosos, y con una voz que desconcierta te pregunta: ¿Qué tomas? ; automáticamente vos ya no sabes que responder y disparas 20 oraciones al hilo. El te sigue la charla, hace algunos comentarios de la banda, del bar. Llega tu amiga. Se sientan por ahí, y vos esa noche, solo te vas a dedicar a jugar al “mirame, mirame, mirame” hasta que te mire. Durante un tiempo todo será basado en la simpleza intangible: buena onda de simples conocidos intercambio de comentarios escuetos, obvios; miradas, sonrisitas al pasar. Vas a viajar a la barra 100 veces a pedir cualquier estupidez que se te pueda ocurrir con tal de tener un “acercamiento”. Hasta que finalmente un día, te animas a más. Vas a la barra, le pedís lo habitual y le das un beso en la mejilla con el cual queres decir: “A ver si te das cuenta que me gustas”, el se va asombrar, se va a poner nervioso, te va a evadir con alguna pregunta tonta; y vos vas a pensar que todas esas reacciones son porque “el flaco tiene onda con vos”. Tus ilusiones, van a exagerar. Va a seguir pasando el tiempo, y todo va a ser igual. Harta de las miradas fugaces, muy decidida vas a hacerle  un reclamo cualquiera al pasar, queriendo ver qué pasa acá. El te va a mirar fijo, te va a dar un apretón de manos y te va  a dar la respuesta más esperada en tu último tiempo. Van a intercambiar sin dudas de por medio sus números de celular. Y vos ya imaginándote la mejor noche de tu vida con el chico del otro lado de la barra, te vas esforzás por no inundar tu cara de felicidad casi desesperada. Pero no linda, va a pasar el tiempo, le vas a escribir, jamás te va a contestar, seguramente lo vas a excusar con miles de elucubraciones tontas. Vas a volver al bar, pensando en cómo te va a mirar, y el te va a tratar como si nada, igual que la primera vez que te vio, o que creíste que te vio. Vas a tener arrebatos y vas a sentirte tan segura de su total y completa timidez e idiotez que vas a borrar su número de teléfono de la agenda de tu teléfono. Sin contar con que tu intachable memoria lo va a recordar cada vez que el alcohol te llene de coraje y vuelvas a tipiar oraciones hacia él. El nunca te va a contestar. Va a pasar el tiempo, vas a pretender que nunca lo miraste y de la nada él va a tener actitudes positivas hacia vos, que no solo vos vas a notar. Y vas a volver al ruedo, renovada. Pero no, nunca te va a contestar. Tu último intento se basa en los miles de “encuentros” entre su humanidad  y vos. Una noche, resuelta a lograr alguna reacción, pero ya sin esperarla… Le vas a mandar ese mensaje que todos queremos recibir alguna vez. El te va a llamar, solo porque no sabe quien sos, vos vas a estar feliz, pensando en el acto comunicativo empleado por ese que nunca en tu vida vas a poder descifrar, que no te vas das cuenta que él sigue siendo solo una ilusión, un eterno coqueteo sin visiones de futuro. Vas a seguir yendo al bar. Vas a seguir mirándolo, vas a seguir yendo a la barra a comprar fernet cuando él este apoyado con sus hombros, su pelo ya largo desparramado en su carita dulce tirada al costado; y vas a disfrutar como el mejor regalo del mundo su tierna y brillosa mirada mientras seca la barra para que te apoyes y no te mojes… Y vas a entender que hay que tener cuidado, mucho cuidado porque “las ilusiones son peligrosas, porque no tienen imperfecciones” Tampoco elimines este número, no vaya a ser que algún día se alineen los planetas, te llame y vos no tengas su número agendado.

Cuentas Claras Conservan La Amistad


Un viernes cualquiera, una amiga te invita a una reunión con gente selecta, vos contenta te arreglas y vas como si nada. Llegas y desde la puerta vez la poca gente, entre las cuales resaltan un par de ojos celestes que pertenecen al que, sentado con total relax en un sillón te mira desde la puerta hasta llegar a su lado. Su vestimenta refleja su onda peculiar. Canchero, sin ser banana, mirada profunda y dulce, sonrisita humilde y comentarios tiernos ante todo. Te saluda amablemente y te da un beso ruidoso y lleno de ganas. No habla demasiado, se muestra interesado en tu actividad reciente, y hace preguntas y comentarios. A la hora de comer, se ubica frente a vos. Come con delicadeza, y se sienta como los guapos de la boca en época de arrabales: masculino, seguro y con un toque de tristeza a medio relucir. Habla de él en tercera persona siempre con una sonrisita misteriosa, y como en un salto de confianza entre chiste y palazo te trata como si fueras la futura madre de sus hijos. Vos, lógicamente, lo tomas literal: chiste y palo, palo y chiste. Entradita la noche, la mesa se ha vuelto una pasarela de envases vacíos, las risas ya pasaron a la exageración y el sexo se apoderó de la conversación. Chiste va, chiste viene, carcajadas. Uno de los presentes se pone a mandar mensajes, la dueña de casa se va a buscar algo dulce en el frasco de las masitas y vos y él se quedan hablando de cualquier cosa. Él, sin timidez y como un acto reflejo te da su celular y te dice, anota tu número y pasame tu mail. Vos, con cara de nada, lo anotas. La noche trascurre de la mejor manera, exitosa reunión. Salís y te ofrece llevarte, pero decís que no, por pudor repentino. No terminas de llegar a tu casa que te manda un mensaje. Vos, no entendes o no queres entender. Le respondes dulce y tranquila, sin exagerar, siendo un poco adolescente y un poco desconfiada. Al lunes siguiente, abrís tu messenger como lo haces habitualmente, no terminas de apretar el sobrecito que abre el correo electrónico que te aparece su ventana con una rosa. Vos, definitivamente estás segura de cómo viene la mano. Durante toda la semana, van a hablar a la misma hora, de la misma manera, van a intercambiar historias, recuerdos, gustos musicales, sensibilidades compartidas, problemas no resueltos, con seriedad y melancolía van a unirse en una especie de empatía incomparable. Se verán, otra vez con amigos, se darán casi por casualidad y en soledad un prometedor beso, de esos que te hacen pensar que el telo no es la primera opción, esos que te hacen sentir tan bien, que te quedas colgada de sus labios como si fueran a no verse nunca más. Así será, pasarán cibernéticas semanas sudando verdades y necesidades, promesas e invitaciones que nunca serán… De buenas a primeras, vas a notar como de apoco se aleja, como de apoco deja de tildar tu nombre en el messenger, deja de mandarte mensajes, deja de prestarte atención… y vos, chupando un palo sentada sobre una calabaza… no vas a entender absolutamente nada. Hasta que una tarde caminando, casi triste por ahí… lo vas a ver, de la mano y feliz con otra mujer… el también te va a ver, pero no va decir nada, porque en el fondo sabe que en algún momento vos vas a decirle algo y que él va a tener todo ese tiempo para pensar en qué y en cómo decirlo. Tu barrera de madera, se va a volver de acero, vas a sentir que tu estómago se achica, que tus ojos solo sirven para llorar, vas  a sentir una desilusión incomparable. Te va a agarrar odio, le vas a escribir y le vas a decir de todo. Sabiendo que el también te vio, te va a contestar intentando minimizar lo que alguna vez dijo, intentará sin demasiado esfuerzo victimizarse y en nombre de la amistad quedar como Forrest Gump el día que perdió la madre. La culpa flaca, la tenés vos. En eso tiene razón, no supiste reconocer al demonio escondido detrás de esa cara de Pibe bueno que nunca le hace daño a nadie. Tampoco borres su número, como amigo puede ser mejor que muchos; y anda a saber… con el tiempo, alguna segunda parte sexualmente explosiva te haga sentir bien, eso sí, es sumamente necesario tener siempre frescos los antecedentes y entender que “cuentas claras, conservan la amistad”.

No Todos Los Limones Sirven Para Hacer Limonada


Estás en un bar, tomando con tus amigas. Tranquila, como siempre, salís pensando solo en cuanto podes gastar en la promo de fernet. 1.30 de la mañana… bar a pleno, entrevés en el amontonamiento de gente “El Flaco”. Lo miras hasta obtener el resultado de la radiografía, el electro y el análisis de sangre. Lo miras, te mira, te das vuelta. Lo miras, te mira te das vuelta. Te mira, lo miras, se da vuelta. Se miran, con cara de “hay, me resultas conocido”, se dan vuelta. Listo: el mensaje ha sido enviado exitosamente. No pasan de las 3, vos después del cuarto vaso de fernet, te olvidaste de mirarlo y de que te miraba y ahí aparece su viveza. Estas en la puerta del baño, esperando y “El flaco” pasa como si nada, ni te mira, vos solo pensas en lo idiota que seguramente es. Seguramente él nota que a vos te importa poco y vuelve, te apoya la mano en el hombro y te pregunta con una masculina y gruesa voz: “¿Flaca, tenés fuego?” Te olvidas por completo de su  supuesta idiotez y pones cara de “libre”. Le das fuego, te dice gracias con su perfecta y blanca dentadura, y se va. Flaca, estás lista te clavó el primer aguijón. Después de 20 minutos volves a tu mesa. Lo miras, lo miras, lo miras y nada. Vos y tus amigas se van para la parte de adelante del bar. La noche pasa, y empezás a  manejar dos opciones: me siento o me caigo. En fin se sientan y mediando  tu  mala visión,  poca dicción y la casi total ausencia de reflejos ves que  “El Flaco”, en peor estado que el tuyo, se sienta a 40 centímetros de tu silla. Listo, aguijón 2. Te mira, se sonríe, se te acerca y con toda, toda, toda la onda: Te conquista. Te coquetea con cautela y entre risas y confesiones, demuestra su total seguridad y aparente interés en vos al pedirte tu número. Te cuenta con inteligencia y soltura que vive solo, que está solo, disponible, libre, listo para la acción; al ver tu no - reacción, directo y sin esfuerzo te propone ir a su casa. Vos, le decís que no. Te levantas a la par de tus amigas, lo saludas y él, con total descaro te parte la boca, y te susurra en el oído un “me hubiera encantado que te vayas conmigo”. Vos, dudá, y andate despacito caminando hasta la puerta de salida. Miras de cotté y ves que él te sigue hasta la puerta, te hace sonar el celular para comprobar que de verdad le diste tú número, te sonríe con carita y se te queda mirando mientras te alejas. Al otro día, le Escribís. Mensaje enviado 19.20 hs. 19.22 hs. Respuesta.: “Hola Nena, que bueno que me hayas escrito Pasame tu mail. Besos”. Martes, te conectas y ahí está, no terminas de tildar su nombre que “El Flaco” te escribe: “Te estaba esperando”. Intercambio de datos, siempre con dulzura y desenfreno, coincidencias, etc. Concretan la cita para el próximo martes, le propones un lugar súper céntrico (ínfimo acto de viveza femenina). Durante esa semana la bandeja de entrada y de salida de tu celular, solo dice: “El flaco”. Te escribe cosas que ni siquiera sabe de vos, pero que vaya uno a saber porque supone. Vos, contenta, le das con tu dedito a la opción de responder, cada vez que a las 9 de la mañana lees en tu celular: “Buen Día Linda” Martes día del encuentro. No aparece sino hasta las 20.30 diciéndote “ya estoy te espero con una Birra fría.” Llegas, se para a saludarte, te pide ayuda para pedir comida, demostrando amplio interés en tus gustos culinarios. Comen beben y charlan placenteramente, cariñosamente, logra que te sientas cómoda y en complicidad. De la absoluta nada, su cara se vuelve del color del palmito que te estás mandando a la boca. La deliciosa conversación se interrumpe: “Por las dudas voy a contarte algo” Vos haces un esfuerzo estomacal increíble para que tu cara no se desfigure. Lo miras casi con temor. Y el débilmente honesto te cuenta una historia en la cual la protagonista es una loca bipolar desubicada, que aún resuena en su presente. Acto seguido: “El flaco”, ante cualquier pregunta tuya, mirada, movimiento, suposición; se abre completamente y te dice todo con lujo de detalles. Te muestra su madurez innata y pocas veces vista. Vos, con cautela, sos feliz. Se vuelven a ver, en su casa. Es el mejor anfitrión: cocina, pone la mesa con florcitas, lava, plancha, barre, juega con la perra, y arranca limones del limonero del patio. Es humilde y canchero, atento, amoroso, cariñoso, conversador…  ¡Un dulce de leche total!  Lógico, pasas una mágica noche. Así pasan unos cuantos meses, en los cuales vos, enamorada… le restas importancia a varios detalles, propios del personaje principal de la película “Trainspotting Vos seguís, abierta y liberal, disfrutando de las increíbles noches de Milkaut repostero, de las miradas mañaneras que te dejan pelotuda todo el día, de los mates que te ceba con dulzura… De que te pida que te quedes a dormir la siesta, etc.  Hasta que de golpe, y sin aviso, le sale un sorpresivo viaje y desaparece. Vos dejas pasar unas semanas, y le escribís; te responde a los 2 días diciéndote que ahora está muy limado que cuando quieras se juntan a hablar. Vos y tu teórica superación te hacen decir no. El tiempo pasa, salís con tus amigas, volves a tu fiel amigo Branca y de la nada le mandas un mensaje semi- zarpado; que te responde al otro día con enojo y varios reproches alistados. A penas termines de leerlo reíte,  porque ahí es donde te vas a dar cuenta que no todos los limones sirven para hacer limonada. Ojo, no borres su número, porque cada tanto una noche surrealista nos viene bien a todas.

La Palmadita


El amigo de un amigo que te clava la mirada sin disimulo alguno, te sonríe y está atento a tus comentarios,  festeja todas tus estupideces propias del exceso de fernet, le dice a tu amigo lo copadas que son sus amigas, habla en plural, en vano, para no quedar obvio. Te sirve fernet cual mozo de restorán. Coincide con vos absolutamente en todos los gustos. Te aclara ante el comentario de la falta de taxis, que tiene auto. Despliega sin vergüenza una interminable lista de cualidades que hacen a su personalidad; se autocalifica de pibe simple, de familia, con muchos amigos, de pibe sacrificado que solo quiere terminar  su carrera y tener éxito, familia, hijos, perro, pileta y un cartel en la puerta que diga “Familia Feliz”. Te coquetea con dulzura. Empieza a soltarse cada vez más, te toca la pierna cuando hace un comentario, te saca la basurita inexistente de tu pelo, se acerca cada vez más, todo se vuelve muy cercano. Claro, el flaco es pintón, canchero, desinhibido, simpático, etc. Llega la hora de la retirada, ofrece su auto para llevarte hasta Buenos Aires si es necesario. Vos pensas ya convencida, en si estás bien depilada, porque obvio, las probabilidades de… son de 99 en 100. No pasan 10 amenas cuadras, acompañada por música de Rock en su lindo auto el cual  maneja movedizo y nervioso, mirando para todas partes. Se frena. Te mira y sin rodeos, te chanta ese beso que solo te dan los flacos ajenos. Si flaca, el loco va tirar la toalla en el  telo más cercano, te va a hacer explotar. Te va a volver a ver, van a volver a empañar los espejos del techo. Se va a convencer de que tus lolas se complementan con sus manos, te va a decir hasta el cansancio lo hermosa que le resultas, lo divina que sos, lo increíblemente cómodo que se siente a tu lado. Te va a mandar muchos mensajes sin precaución alguna. Te va a pasar a buscar por quinta vez, te va a pasear por todas partes buscando un lugar tranquilo; y una vez que lo encuentre, su cara va a mutar, va a ponerse compungido, va a dejar de mirarte con cara de tigre en celo y con más vueltas que el Dakar te va a escupir una lista incompleta y confusa repleta de peros, de razones, de disculpas y en medio de todo eso  va a soltar la palabra “novia” modificada directamente por el temible pronombre posesivo “mi”. ¿Qué hacer? No hables. Solo clávale la mirada asesina. Levantate, saludado con una palmadita, y partí tranquila caminando. Si a lo lejos escuchas un: “te acerco con el auto, veni”, no te des vuelta, seguí sin prisa. Solo seguí. Prohibido llorarle en la cara, insultarlo o golpearlo. Al otro día, una vez que pienses que decir, aplica tu derecho a réplica. No exageres, no vale la pena. Está bastante claro que no es tu futuro marido.